Padre
Kolbe y el último lugar
Este
mes deseo presentarles una reflexión que desarrollé leyendo el Evangelio de
Lucas 14, 1.7-14
Un
sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos
lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros
puestos, les dijo esta parábola: “Si te invitan a un banquete de bodas, no te
coloques en el primer lugar, sino ve a colocarte en el último puesto...
La
sala del banquete que aquí se describe es la metáfora de la vida: como pasó en
ese entonces, también puede pasar ahora. Se desea conquistar los primeros
puestos pensando que vivir es dominar, prevalecer sobre los otros. Vencer,
vencer siempre a cualquier precio. Se entra así, en la sala del banquete de la
vida, del grupo, de nuestras comunidades, en un clima de verdadera competición.
Jesús, en este pasaje del Evangelio de Lucas, nos sorprende.
Viendo
la “carrera” hacia los primeros lugares, Él reacciona y propone otra lógica:
Cuando
seas invitado, por ejemplo a un banquete, ve y ocupa el último lugar. Hazlo con
espíritu de humildad, no por modestia, sino para crear fraternidad, para
decirle al otro: primero tú y después yo; tú eres más importante que yo; voy al
último lugar no porque no valgo nada, sino para que tú, hermano, hermana, seas
servido primero y mejor.
El
último lugar, dicen los rabinos, es el lugar de Dios que crea el mundo y
después se retira. ¿Y de qué se retira Dios? De su total omnipotencia para
hacerle lugar a su creatura.
Análogamente,
el último lugar se convierte en el lugar para hacer espacio a los otros. Es el
lugar de quien ama más. Es el lugar de Jesús, que vino no para ser servido,
sino para servir. “He venido para ser tu siervo”. ¡¡¡Dios mi siervo!!!! Una
verdad que da vértigo y al mismo tiempo, nos desconcierta. ¿Por qué?
La
búsqueda del primer lugar es una pasión muy fuerte que penetra el corazón de
muchos. Vigilar para comprender que sólo quien sirve, podrá al final, reinar.
Alcanzar esta verdad significa entrar en la visión del verdadero rostro de
Dios.
El
último lugar es el lugar de quien entra en la lógica del Evangelio: perder para
vencer, servir para reinar.
El
último lugar es el lugar que el padre Kolbe ha ocupado a lo largo de toda su
existencia.
Algunos
ejemplos:
En
mayo de 1939, Padre Kolbe es invitado a almorzar a la casa de un párroco junto
a otros sacerdotes con motivo de la visita del obispo. Confundido con un judío,
le dicen: primero comen el arzobispo y los sacerdotes, luego los judíos. El
padre Kolbe se hace pasar por un judío, espera y come al final.
“En
el campo de concentración, cuando servían la comida rancia, padre Kolbe se
adelanta cuando se da cuenta que hay más caldo. En cambio retrocede, para dejar
a los otros una comida más sustanciosa”.
¿Cuál
es, entonces, el último lugar? El que ninguno quiere.
Padre
Kolbe toma el lugar que ninguno quiere, hasta dar la vida.
“En
los ejercicios espirituales del año 1918, escribe: la gloria, la estima y el
aprecio de los otros... alégrate cuando los demás sean alabados... Considera a
cada hermano, hermana más grande que tú y tú sé el más pequeño de todos.
Reconoce a cada uno más grande que tú, no sólo en tu pensamiento, sino también
con la actitud exterior.
Si consideras al otro más grande que tú:
a) Conversarás con él con más calma;
b) No lo maltratarás con la palabra, no lo entristecerás, no
sospecharás de él...” 1
El Padre Kolbe lo que vivía, lo afirmaba con las palabras, y
su actitud exterior era tan elocuente que entre sus cohermanos circulaba este
dicho: “Habla con un cohermano poniéndose a sus pies”.
Textos, extraídos de los archivos vaticanos, nos dicen que el
Padre Kolbe, el hombre de grandes éxitos editoriales, “era muy humilde, no se
ponía por encima de los otros. Cada elogio que recibía, lo dirigía a la Inmaculada,
como verdadera autora, de la cual él era solo un simple instrumento. Huía de
las alabanzas, poniéndose en el último lugar. No se adelantaba al primer
puesto. Dice en una conferencia: “Un alma humilde que reza, gobierna el destino
de las naciones, del mundo y hasta Dios mismo.”
“Sonreía siempre y no se imponía a los otros” (P. Floriano)
Sabemos bien que en los grupos, en las asociaciones, en los
movimientos pueden surgir, a veces, conflictos porque cada uno desea ser el
“primero”. El padre Kolbe, con su vida y con sus escritos, nos invita “a
corrernos”, a dejar todo de lado y recogernos en Dios. Que solo él sea nuestra
alegría.
Y así, solo así, nace de verdad la fraternidad.
Angela Esposito
Comunidad de Polonia
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1 EK 969. (versión en español)