lunes, 13 de julio de 2015

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE JULIO 2015

Padre Kolbe, hombre de mansedumbre

A la luz de la Palabra de vida, “Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11,29), nos introducimos en el corazón de la reflexión de este mes, Padre Kolbe, hombre de mansedumbre.

Muchas veces esta frase ha sido manipulada para someter a las personas. Pero lo que Jesús quiere decir es justamente lo contrario. Pide a la gente de alejarse de los maestros de religión, de aquella época y de cada tiempo, de separarse y de comenzar a aprender de Él, de Jesús, que es “manso y humilde de corazón”

El complemento “de corazón” no es una expresión más, sin importancia. Indica que las disposiciones de Jesús se arraigan en su interioridad e implican a toda su Persona. A vivir se aprende, aprendiendo “el corazón de Dios”. Y la escuela es la vida de Jesús, este hombre sin poderes, que nada ni nadie ha podido manipularlo. Aprendan mi modo de amar: humilde, sin arrogancia, y manso, sin violencia.

La mansedumbre es la hermana gemela de la humildad. Jesús no impone nada a nadie. Su anuncio es un don, un regalo, su amor es gratuito.

Jesús, el Maestro “manso”, aparece como un hombre agobiado, vencido, más aun, ajusticiado. ¿Qué se  gana entonces con ser manso? “Felices los mansos porque recibirán la tierra en herencia” (Mt. 5,4).

Si tenemos en cuenta la época que estamos viviendo, podemos afirmar que estamos diciendo cosas pasadas de moda. Pero pensemos que podría suceder en el mundo si no fuéramos esta presencia de mansedumbre. Con este motivo comencemos un “viaje” en busca de personas mansas. Un ejemplo de mansedumbre la encontramos en el Padre Maximiliano Kolbe que viene a nuestro encuentro y camina con nosotros para recordarnos “Que sólo el amor crea, el odio destruye, no es fuerza creadora”.

Con su vida “ofrecida por” San Maximiliano nos dice que es posible ser manso. El no ha sido absorbido por la historia. En el campo de concentración se convierte en el número 16670, es decir nada entre otros miles de nada. Parece abatido, una persona destruida por un poder casi invisible. Conclusión de esta parábola de vida: ha sido uno de los pocos vencedores, uno de los pocos que han desafiado el muro de la desesperación, del no sentido. ¡En un lugar violento ha encendido la esperanza!
No tenemos que tener miedo de perecer vencidos: seremos vencedores.

¿Quién le dio al Padre Kolbe, “el manso y humilde franciscano”[1], la fuerza de ir contra corriente y ser así una presencia profética? La Inmaculada, la mujer del magníficat, “El himno más fuerte e innovador que se ha pronunciado”[2]  María revela el rostro de misericordia y de ternura, de mansedumbre y de gratuidad de Dios que se inclina sobre nuestras miserias y “da vuelta” las situaciones: el soberbio será bajado, y el humilde será ensalzado.

“Si alguien se imagina ser algo, se engaña porque en realidad no es nada”[3].  El Padre Kolbe exhorta a “evitar todas aquellas palabras que pueden atraernos la gloria, la estima y el aprecio de los demás”[4]. Desde que era un joven fraile[5] escribe: “La humildad es el fundamento de todas las virtudes. Obstáculos: soberbia, amor propio. “El amor propio es odio hacia sí mismo; es el peor enemigo, poco conocido, que sabe esconderse bien poco combatido, motivo de preocupaciones”[6].

En las relaciones con las personas la mansedumbre se reviste de paciencia. No de aquella que se aprende con técnicas humanas, con ejercicios de relajación. El Padre Kolbe ha conocido al Dios paciente fijando la mirada sobre el libro de la cruz y entendió que la cosa más importante es confiar en Dios, entrar en su lógica y acoger sus tiempos. Completamente abandonado en el Señor Jesús, se dispuso a acoger al hermano con todas sus dificultades, como un don de gracia del Señor.

Mansedumbre es ausencia de toda dureza, imposición o violencia. En latín “mitis” se refiere al tacto, al sabor y en particular al sabor característico del fruto maduro, Se opone al vocablo “immitis” o “acerbus”. Por lo tanto al término mansedumbre se asocia fácilmente la idea de madurez, de suavidad. Entonces ¿Quién es manso? Una persona madura. Y la persona madura es dulce, mansa, no arrogante, no se cree con derechos y vanagloria, no se cree importante.

Felices nosotros si hacemos la guerra, no a los otros, sino a nuestro orgullo, a nuestro yo que tiende siempre a imponerse, a prevalecer, a sobresalir.
Felices nosotros si con insistencia pedimos: dónanos Señor, un corazón manso que sepa responder a un insulto con una silenciosa bendición. Haznos capaces de hacer el bien a aquellos que nos hacen el mal.



Angela Esposito
Harmęże - Polonia



[1] Pablo VI, Beatificación 17 octubre 1971.
[2] Ibid.
[3] Gal. 6,3
[4] EK 969
[5] Ejercicios espirituales de 1917.
[6] Cf. EK 968.


www.kolbemission.org