lunes, 13 de marzo de 2017

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE MARZO 2017

Con este mes cerramos el ciclo de las reflexiones mensuales 
“Padre Kolbe y las obras de misericordia corporales y espirituales”.




Ahora nos queda abrir en la cotidianidad de nuestra vida la verdadera “Puerta Santa”: aquella del corazón, de modo de ser nosotros la puerta abierta dejando que el Señor entre, tome posesión plenamente de nuestra vida y transforme los lugares del mundo donde testimoniamos Su Palabra.

Él no termina nunca de sorprendernos con el don de su gracia: este año celebramos el centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima, por lo cual el 27 de noviembre pasado se inauguró un año jubilar que terminará con la visita del Papa del 12-13 de mayo de 2017 (aniversario de la primera aparición)

La Milicia de la Inmaculada celebra otro centenario: el de su fundación de parte de San Maximiliano Kolbe (16 de octubre de 1917); los dos acontecimientos se entrelazan entre ellos aunque no existen pruebas directas de influjo reciproco, Kolbe, de hecho, no menciona nunca en sus Escritos las apariciones a los tres pastorcitos portugueses, y del mismo modo, la Hermana Lucía, en sus Memorias, nunca habla del franciscano polaco.

Pero se pueden individualizar numerosos puntos en común de las dos experiencias, y justamente este será el tema de nuestras reflexiones mensuales, por lo cual se abre un nuevo ciclo y como siempre, la Palabra será el inicio de todo.

San Juan, en el Apocalipsis, describe un signo particular: “Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza”[1]. La expresión “vestida de sol” podría significar “vestida de Cristo”, es decir, indicar su total pertenencia a Cristo.

El beato Pablo VI, el 13 de mayo de 1967, en el cincuentenario de la primera aparición de la Madre de Dios en Fátima, ha donado a la Iglesia universal la Exhortación Apostólica “Signum magnum”, es decir el Signo grandioso. Aquí sus palabras:

“Señal grande -la que el apóstol San Juan vio en el cielo: una Mujer vertida de sol- que la sagrada liturgia, no sin razón, interpreta como refiriéndose a la beatísima Virgen María, Madre de todos los hombres por la gracia de Cristo Redentor”[2]. Podemos decir que María aparece en Fátima como la Luz de la mañana que anuncia al Sol verdadero que es Cristo Jesús.

Las apariciones de Fátima es el mensaje de Dios por medio de María dirigido a la humanidad entera, como Ella iluminó las tinieblas del Viernes y Sábado Santo, así ahora viene a nosotros como la Estrella que indica al hombre de hoy, esclavo de su nada, -pero como nunca- sediento de Verdad y de Amor, el camino que conduce a Dios, el único y solo verdadero bien.

El 13 de mayo de 1917, los niños estaban en la Cova de Iría, para alimentar a las ovejas cuando, sobre una pequeña encina, aparece una Señora más resplandeciente que el sol, que los alentó con estas palabras: “No tengan miedo, no les haré ningún mal”. Los invita a superar el miedo y el motivo es tan simple como profundo: la blanca Señora viene a revelar el Rostro de Dios, que es el rostro del amor gratuito, y frente a Su amor no hay lugar para ningún tipo de angustia. En Cristo, Dios se hizo solidario con cada situación humana, revelándonos que no estamos solos, porque tenemos un Padre que nunca puede olvidar a sus hijos. “No temas, yo estoy contigo” (Is 43, 5): es la palabra consoladora de un Dios que desde siempre se involucra en la historia de su pueblo. Nace así una buena noticia, accesible a cualquiera, propiamente en el lugar en el que la vida conoce la amargura del fracaso.
Durante la segunda aparición los niños preguntan: “¿qué quiere?”. La blanca Señora les pide que recen, haciéndolos conscientes de aquello que esperaba a la humanidad si continuaba alejándose de Dios.

¿Por qué la Virgen se aparece a niños? Estamos en Guerra, los adultos están al frente y los niños sirven sólo como fuerza de trabajo. La Virgen, apareciéndose a los niños, no quiere que se sometan a los proyectos de muerte que la sociedad les ofrece: los niños no son para servir en una sociedad en guerra. Portugal, en la época de las apariciones, está viviendo un crisis social y cultural muy fuerte porque es un momento de inestabilidad política, un momento de transición caracterizado por aquello que los estudiosos portugueses llaman “represión anticristiana”: en este clima irrumpen las apariciones de Fátima que con su mensaje encienden una luz de fe y de esperanza sobre los tristísimos eventos del siglo en curso, y no solo esto. Recordemos que el novecientos es uno de los siglos más dramáticos de la historia de la humanidad, ya que se mataron 187 millones de personas, según los cálculos de los estudiosos. Las estaciones más trágicas de este Vía Crucis evangélico ha sido el genocidio armenio, la represión mejicana, la persecución española, los estragos nazistas, el exterminio comunista, dos guerras mundiales y una bomba atómica.

En Italia, en el mismo período, 1917, nace la Milicia de la Inmaculada. La Asociación mariana representa la respuesta de Kolbe y de sus compañeros a la dramática situación social, política, económica y religiosa del momento en que viven. En el mundo están en curso tres plagas: guerra, masonería y comunismo. El padre Kolbe la propone, sobretodo, como un antídoto a la devastación moral realizada con estrategias solapadas de la Masonería italiana y europea. Frente a la propagación del mal, Maximiliano intuye que hay un remedio: María, la Inmaculada; a tal propósito funda un gran movimiento eclesial de espiritualidad mariana y misionera al cual da el nombre de “Milicia”, para indicar que hay un combate por el bien. Por esto el Padre Kolbe dirá: “No puede permitirse el lujo de descansar, antes bien, por medio del amor pretende conquistar los corazones para la Inmaculada…”[3], para conducirlos a Dios a través de María. Milicia de la Inmaculada porque la consagración a Ella, es la esencia”

La figura de San Maximiliano Kolbe, brilla en la gran oscuridad en la que vive la humanidad de aquél período.


Angela Esposito MIPK



[1] Ap 12, 1
[2] Pablo VI, Exhortación apostólica “Signum magnum” (13.05.67).
[3] EK 1237

www.kolbemission.org