jueves, 12 de junio de 2014

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE JUNIO 2014

PADRE KOLBE Y EL PAN DE LA VIDA

Meditación 14 de Junio 2014



Meditaremos, a partir de este mes, sobre el don de la Eucaristía que es central en la vida del padre Kolbe. Como siempre, nos dejamos iluminar por la palabra:

 “Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?». Jesús les respondió: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre”

La afirmación de fondo es clara: tener hambre es una necesidad fundamental del hombre. En la historia de Israel esta necesidad fue recibida de Dios que en el desierto sació al pueblo con el maná. ¿Y hoy? Jesús responde así: solo quien “va a él y cree en él” encontrará una respuesta plena, definitiva a su hambre y a su sed! No existe más una tierra donde mana leche y miel, sino es un encuentro que cambia radicalmente nuestra historia: el encuentro con “Aquel que es” pan y manantial para saciarnos.

La Eucaristía es fundamental para comprender la lógica del “don total de sí”. De la familiaridad con Dios, del haber bebido del cáliz de su amor, nace una energía capaz de cambiar en nosotros y en los otros, porque la Eucaristía misma nos educa en el arte difícil del don. Es la Eucaristía que hace nacer una mentalidad de acogida y una cultura de donación.

San Maximiliano aprendió a los pies del altar el arte de la caridad. En la escuela de la Eucaristía, el discípulo Kolbe no ofrece algo de sí, sino que “parte” su propia vida por los otros, deja que lo “hagan pedacitos”, demostrando en Auschwitz el amor más grande. Para él “la Eucaristía es la fuerza del alma” 1 y para que el sacramento de la Eucaristía pudiese desplegar toda su fuerza y eficacia, él le daba mucha importancia a la preparación inmediata a la Misa y al agradecimiento posterior, porque decía que “se puede y se debe anticipar y prolongar con el “buen cumplimiento” de los propios deberes y con el cuidado de darle alegría al corazón de Jesús.” 2
 “Para comulgar bien se necesita: la mitad del día para la preparación y la otra mitad para dar gracias”  3. El agradecimiento después de la Misa lo hacía no menos de 20 minutos y estaba totalmente inmerso en esta oración” 4.  ¿Cómo empleaba estos momentos? A veces se quedaba en adoración silenciosa. Para intentar saber más, es preciso guiarse por las recomendaciones que daba a sus co-hermanos, pero que él también puso en práctica. La primera: es en la etimología de la palabra Eucaristía: los invitaba a “dar gracias” por los beneficios recibidos, el más grande entre todos la venida del Dios eterno y omnipotente en un corazón humano y frágil. 5

Conocemos la oración que el padre Kolbe dirige al Señor Jesús en noviembre de 1929: “Te quedaste en esta pobre tierra en el Santísimo y admirable sacramento del Altar y ahora vienes a mí y te unes estrechamente a mí bajo la forma de alimento... Tu sangre fluye ya en mi sangre, tu alma oh Dios Encarnado, se compenetra con la mía, le da fuerza y la alimenta...” 6.

La maravilla del padre Kolbe no tiene límites. Enseguida después de esta oración exclama: “¡Qué milagros! ¿Quién se atrevería suponer?...” En la conferencia del 10 de marzo de 1940 dice a sus hermanos: “Nuestra alma se convierte en un sagrario viviente, y todavía más. Porque el alma de Jesús se une a la nuestra y se convierte en el ama de nuestra alma. Imposible comprender todo esto, nosotros podemos solo sentir sus efectos” 

Padre Kolbe agradecía a Dios por las gracias recibidas, porque la “gratitud aumenta las gracias y para recibir siempre más, se necesita rezar mucho, sobre todo después de la comunión” Además decía: “Después de la Santa Comunión decirle a Jesús lo que te hace sufrir, pídele consejo: es la acción de gracias”. 7. En sus meditaciones se decía a sí mismo: “Empéñate al máximo de tus posibilidades en dar gusto a Jesús como preparación y acción de gracias” 8.

No dejaba de celebrar la Misa por ningún motivo. Celebraba, cuentan algunos testigos, con ardor, fuego y alegría. Pero esta alegría se cambiaba en tristeza cuando surgía algún impedimento. Con mucho dolor tuvo que renunciar a celebrar la misa a causa de su enfermedad en Cracovia del 18 de enero al 3 de febrero de 1922, o más adelante en Niepokalanów. Otras causas, también cambiaron sus proyectos, como la dificultad de encontrar una iglesia, o cuando realizaba largos viajes como la travesía de Siberia en tren del 26 de junio al 3 de julio de 1930. Del 17 de febrero de 1941 la imposibilidad fue cada vez más radical. En los 100 días que pasó en Pawiak, puede ser que haya podido celebrar la Misa una o dos veces. Pero en Auschwitz la cosa era simplemente impensable. En una homilía pronunciada en Casa Kolbe, Roma, el 15 de octubre de 1977, el Cardenal Wojtyla hizo notar que no obstante la imposibilidad de celebrar en el sentido sacramental, “él ha celebrado hasta el final, con su vida y con su muerte, el santo sacrificio”.

La Eucaristía es el amor que arde y quema su existencia por la vida del mundo. Esto se puede constatar en la intención de su primera Misa. No la celebró por sus padres, ni por sus parientes y ni por los que acompañaron en su camino de formación, como normalmente hacen los sacerdotes, sino por la conversión de Sara Petkowitsch, por los cismáticos, los no católicos, los masones 9.

En la tarjeta recordatorio que entregó después de la Misa a los presentes, mostraba elocuentemente el don más precioso: la Eucaristía, representada con el cáliz y la hostia en las manos de los ángeles y abajo estaba escrito: “Aquí está la bondad de nuestro Divino Salvador y su amor por los hombres”. “Si los ángeles pudiesen estar celosos de los hombres, lo serían solo por una cosa: la Santa Comunión” 10. Y más: “Qué gracia, que dignidad la de poder recibir la santa comunión”

Su amor por la Eucaristía no se enfría en el tiempo, al contrario, crecía junto con las dificultades inevitables de la vida. Durante la Misa se concentra con toda su persona en el misterio que celebra, esto atrae la atención de los presentes. De los testimonios se conoce que era imposible distraerse mientras celebraba el padre Maximiliano.
Angela
Por la comunidad