domingo, 13 de agosto de 2017

JORNADA KOLBIANA - COCHABAMBA


"La Celda del amor, siempre abierta" - 14 de agosto 2017

Donarse a la Inmaculada

Como ya vimos en la reflexión anterior, el Padre Kolbe, más allá de los términos que usa para indicar su disponibilidad hacia la Inmaculada, el concepto de fondo que expresa es la del don, don total. El padre Maximiliano entiende hacer de la vida un don total para dejarse transformar en Ella, para convertirse en Ella (cfr. EK 508) y con ella sumergirse en el amor de Dios. Para el Padre Kolbe es necesario entregarse a la Inmaculada totalmente, hasta el ofrecimiento de la misma vida. Pero no basta el propio ofrecimiento personal, porque el Reino de Dios cada día es atacado: “Son tantas las personas que todavía no conocen a la Virgen, no conocen al Señor Jesús. ¿Qué hacer? Necesitamos unirnos también en la acción”. Así nace la MI (milicia de la Inmaculada): una respuesta de bien al mal difundido en el mundo. Y he aquí Niepokalanów: “Es necesario trabajar juntos, unidos, ordenados, en armonía de mente y de ideal; todo esto junto hace que nuestro trabajo sea seguro, fácil, fructuoso1 . Lo que cuenta para el padre Kolbe es que quien pertenece a su movimiento exprese con claridad y sin reservas su total e irrevocable pertenencia a la Inmaculada. 

La entrega de sí en las manos de María no aparece en san Maximiliano una realidad estática, sino dinámica (cfr. EK 326). Quiere pertenecer totalmente a la Inmaculada para ser todo de Jesús: dejarse transformar en Ella, convertirse en Ella porque solo “entonces las almas amarán al Ssmo. Corazón de Jesús, como nunca hasta aquel momento lo habían amado, ya que como ella se sumergirán, como nunca lo habían hecho, en los misterios del amor: la cruz, la Eucaristía. El amor de Dios inflamará, a través de ella, al mundo, lo quemará y se realizará la “asunción” de las almas mediante el amor”. (EK 991 Q) 

No se trata, por lo tanto, de una devoción genérica a la Madre de Dios, ni de una imitación saltuaria de sus virtudes y menos de un estar seguros, tranquilos, como niños en sus brazos maternos. Para el Padre Kolbe el acto de ofrecimiento a la Inmaculada es una peregrinación de fe con aquella que nos precede y nos guía; es dinamismo de lucha al pecado, a la mediocridad, a la tibieza; es vencer con la Inmaculada la oscura fascinación del mal y vivir la plenitud del amor. Es una auténtica espiritualidad, vivida no de una manera desencarnada, sino como fuerza detonante que puede transformarnos a nosotros mismos, el ambiente y el mundo según el proyecto originario de Dios. “En el vientre de María el alma debe renacer según la forma de Jesucristo. En su regazo el alma debe aprender a conocer y amar a Jesús. Del corazón de María debe tomar el amor a Él, más aún, amarlo con su corazón hasta llegar a ser semejantes a Él”. (EK 1295). 

Esta espiritualidad mira decididamente hacia lo alto: “El único deseo de la Inmaculada es elevar el nivel de nuestra vida espiritual hasta las cimas de la santidad” (EK 1220); pero por otra parte es una especie de llano inclinado que desciende para verter el amor recibido y rebosante en los corazones de los hermanos. El fuego del amor de Dios arde en el corazón del padre Kolbe: es un fuego que quema y no se puede contener porque quema de amor, de aquel amor que Dios ha 1 Cf. SK 962. 2 derramado en él y que él a su vez lo derramó sobre la humanidad herida, sobre cada persona que encuentra a lo largo de su vida. 

Hoy el padre Maximiliano invita a cada uno de nosotros a recibir a María en nuestra vida, a entregarnos a su Corazón Inmaculado, y lo hace con estas palabras: “Mira a tu madre, tiene los ojos fijos en Ella para ser como Ella, para ser Ella misma quien hable, reciba, ofrezca y se done porque el hombre se convierte en lo que contempla, se convierte en lo que ama” (Cfr. EK 1210). “Reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados, dice san Pablo, a su propia imagen”. (2Cor 3,18). 

La Madre transforma a quien la recibe en su vida, de quien no aleja la mirada de Ella. Una vez transformados, también nosotros seremos presencia de luz y presencia de paz en un mundo herido por egoísmos, donde no hay lugar para la esperanza y el amor. En este mundo estamos llamados a ser reflejo de transparencia, de gratuidad, de altruismo. El mundo de hoy, necesita de la luz del Evangelio, de una Madre que nos recuerde, a nosotros sus hijos, de confiar en su corazón Inmaculado para dar una respuesta de bien al mal presente en el mundo. 

También el Papa Francisco, como el padre Kolbe, nos guía en la misma dirección: después de haber subrayado que: “el encuentro con la Virgen fue, para los pastorcitos, una experiencia de gracia que les hizo enamorarse de Jesús, invitaba a los sacerdotes del Pontificio Colegio Portugués a no tener otro objetivo más que esté: conocer y amar a Cristo —como diría el apóstol Pablo— intentando adaptarse cada vez más a Él hasta el don total de sí mismo y en esto la devoción a la Virgen nos ayuda a saborear a Dios como la realidad más bonita de la existencia humana. Mírenla a Ella y déjense mirar por Ella, porque es Madre y nos ama mucho; déjense mirar por Ella, para aprender a ser más humildes y también más valientes en el seguir la Palabra de Dios; para acoger el abrazo de su Hijo Jesús y, fuertes de esta amistad, amar a cada persona según el ejemplo y la medida del Corazón de Cristo”. 2 

Que el recibir a María nos oriente en el seguimiento de Jesús para conocer las profundidades de su Corazón, del corazón de la ternura y de la misericordia. Podremos así experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y dona esperanza; nosotros, a su vez, perdonados, perdonamos. Un testimonio: San Juan Pablo II escribió a Alí Agca, al que le disparó, después del atentado: “Ni siquiera un episodio como el del 13 de mayo puede abrir un abismo entre vos y yo”. 

Nosotros, confiados al corazón inmaculado de María, teniendo delante la cara de quien nos hace sufrir, digamos: “Ni siquiera un episodio como el de ese día en que me hiciste sufrir, puede abrir un abismo entre vos y yo”. 

Angela Esposito MIPK


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