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viernes, 25 de diciembre de 2015
FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO 2016...
Estimados amigos desde Bolivia queremos hacerles llegar nuestros mejores Augurios Navideños deseándoles también un bendecido Año de la Misericordia...
domingo, 13 de diciembre de 2015
LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 de Diciembre 2015
Maximiliano Kolbe, hombre de
misericordia
Al inicio de la Bula de convocación del Jubileo
Extraordinario de la Misericordia (Misericordiae vultus), el Papa Francisco,
extasiado contempla: “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El
misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella
se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret. El
Padre, «rico en misericordia» (Ef 2,4), después de haber revelado su nombre a
Moisés como «Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, y pródigo en amor
y fidelidad» (Ex 34,6) no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en
tantos momentos de la historia su naturaleza divina. En la «plenitud del
tiempo» (Gal 4,4), cuando todo estaba dispuesto según su plan de
salvación, Él envió a su Hijo nacido de la Virgen María para revelarnos de
manera definitiva su amor. Quien lo ve a Él ve al Padre (cfr. Jn 14,9)...”
(MV 1)
María, envuelta por la misericordia de Dios, canta en
el Magníficat que su nombre, con el cual será conocido de generación en
generación, es Misericordia.
El término “misericordia” del griego “éleos”, traduce
las palabras hebraicas “hesed” y “rahamîm”. “Hesed” significa: bondad,
benevolencia, misericordia, don, fidelidad, perdón. Con “rahamîm” se expresa un
amor uterino que es el de la madre que se conmueve por el hijo que lleva en su
seno. Se trata de esas vísceras que el profeta Oseas nos describía como turbado
por la compasión por nosotros[1].
La esencia de Dios es este amor visceral que no puede no amarnos en nuestra
miseria.
Los dos vocablos hebraicos “hesed” y “rahamîm”,
expresan un amor de ternura, un amor de pura gratuidad. Es un amor que acoge,
se conmueve y perdona.
María, a los ojos de Dios que se inclina sobre ella, en
el Hijo que lleva en su seno, reconoce la compasión de Dios. Reconoce la
profundidad de su corazón que es la profundidad del corazón de la ternura, de
la misericordia.
La feliz coincidencia que el Año Jubilar se abra el 8
de diciembre de 2015 es para nosotros, misioneras, misioneros, voluntarios y
mílites de la Inmaculada, un motivo de alegría y un compromiso, porque como nos
recuerda el Papa: “Esta fiesta litúrgica indica el modo de obrar de Dios desde
los albores de nuestra historia. Después del pecado de Adán y Eva, Dios no
quiso dejar la humanidad en soledad y a merced del mal. Por esto pensó y quiso
a María santa e inmaculada en el amor (cfr. Ef 1,4), para que fuese la
Madre del Redentor del hombre. Ante la gravedad del pecado, Dios responde con
la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier
pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona”. (MV 3)
El año Jubilar es una ocasión espléndida para
profundizar el misterio central del Evangelio: el amor misericordioso de Dios.
El padre Kolbe nos acompañará todo el año de Gracia 2016 con el testimonio
luminoso de su vida.
San Maximiliano M. Kolbe experimenta la misericordia
divina en su historia personal como un don del Señor Jesús. Cuando supo que su
hermano Francisco había decidido dejar la vida religiosa, escribe a su mamá:
“Pobrecito Francisco. No alcanzo a comprender la misericordia divina con
respecto a mí... Él fue el primero en pedir ser recibido en la Orden... Juntos
nos habíamos acercado por primera vez a la santa comunión, habíamos recibido la
confirmación, juntos fuimos a la escuela, juntos al noviciado, juntos habíamos
hecho la profesión simple...
Antes del noviciado había sido más bien yo quien no
quería pedir el hábito, es más, pretendía disuadirlo también a él... y entonces
sucedió aquel hecho memorable, cuando, mientras iba a ver al P. Provincial para
decirle que Francisco y yo no queríamos entrar en la Orden, oí el sonido del
timbre que me llamaba al locutorio. La Providencia Divina en su infinita
misericordia, por medio de la Inmaculada, te envió a ti, mamá, en un momento
crítico para visitarnos, Y así Dios trastornó las tramas del demonio... Dejemos
todo a la Providencia de Dios, en cuyas manos está el mundo entero y todos sus
acontecimientos...” (EK 24).
San Maximiliano se sintió siempre envuelto por la
misericordia de Dios. Por su potente intercesión puedan ser verdaderas para
nosotros las palabras de deseo de Papa Francisco: “cualquiera que entrará por
la Puerta de la Misericordia, podrá experimentar el amor de Dios que consuela,
que perdona y ofrece esperanza... Para todos este Año Santo sea vivido como un
momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual”. (cfr. MV 3)
Angela Esposito MIPK
jueves, 12 de noviembre de 2015
CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE NOVIEMBRE 2015
Padre Kolbe y la Familia
Hace poco que concluyó el Sínodo Ordinario[1] sobre el tema: “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”, vemos la pareja humana en el pensamiento de Dios, en su designio de amor para afrontar mejor los desafíos que tiene la familia en nuestro tiempo.
Volvemos a escuchar la palabra siempre nueva y siempre
verdadera de Dios sobre la pareja humana y, por lo tanto sobre la familia. Una
de las frases que se repiten en el texto de Gn 1 dice: “Y Dios vio que
esto era bueno.”[2] Cuando Dios crea al hombre y a
la mujer, dice: “y vio que era muy bueno”. La pareja humana “salida” de las
manos de Dios es muy buena, y muy linda.
A los fariseos que le preguntan a Jesús si es lícito a un
hombre divorciarse de su mujer, recuerda que “desde el principio de la
creación, Dios los hizo varón y mujer… y los dos no serán sino una sola carne…”.
Esta total donación del uno al otro es según la voluntad de Dios. “Que el
hombre no separe lo que Dios ha unido», (Mc 10, 2-9). No contaminar el
sueño de Dios es un imperativo.
Los discípulos del Señor son
llamados a ser testigos de comunión, no de división. Lo que es esencial es
aprender que el amor es posible y que puede durar todo el camino de una vida.
Para que esto sea realidad, para que la familia, también aunque camina por
senderos ásperos de la vida, sea capaz de ternura, de donación al otro, nos
ponemos en escucha de un hombre que ha donado su vida en el campo de
concentración de Auschwitz por un padre de familia para que Francisco pudiese
volver junto a su mujer y sus hijos. Estamos hablando de Maximiliano Kolbe, “el
protector de las familia”. El hombre capaz de un amor más grande. Solo con este
tipo de amor la familia puede ser unida y capaz de no perderse en caminos que no
llevan a ningún lado.
La ternura que acompañó al padre Kolbe en su familia
de origen, en la familia de Niepokalanów, explota en un campo de concentración.
Explota justo ahí, donde el amor de Dios nunca ha estado tan escondido como el
humo de Auschwitz. Siempre brindándose a los demás, también en este lugar el
padre Maximiliano habla a la familia con el testimonio de su vida.
- Muere por uno,
testimoniando que cada miembro es importante; por cada uno, sano o
enfermo, inteligente o poco dotado, vale la pena donarse. Dar la vida.
- Muere por un desconocido valorando a la familia y sobre todo a la madre
que lleva en su seno a un hijo que hasta ahora no conoce su rostro, que
cada hijo es un don único e irrepetible.
- Muere para salvar a otros nueve condenados en el bunker del hambre. Estos hombres están lejos de
la comprensión de la paternidad de Dios. Con la presencia del padre Kolbe
descubren el rostro del Padre. Rostro de ternura y de misericordia. Y así,
personas cruelmente tratadas en el cuerpo y en el espíritu, pueden
reconciliarse con el Dios de la vida y Señor de la historia.
- Muere
para dar esperanza en el campo de concentración. Uno de los prisioneros sobreviviente, Jorge
Bielecki, escribirá años después: “En Oswiecin se sentía la degradación
del ser humano. La psique del hombre era turbada sin piedad. Se tenía la
impresión que todo el mundo se asfixiaba en un odio recíproco. Y de
repente algo insólito que sacude a todo el campo. No es verdad que la
humanidad está tirada y pisoteada en el barro. No es verdad que nuestros
opresores han vencido. No es verdad que nos hemos dejado vencer por la
desesperación. Aquella muerte significó la salvación de miles y en eso
reside la grandeza de esa muerte.
- Muere
capturando en la red de su locura de amor a los carceleros, que asisten la lenta agonía, y son obligados
a manifestar su admiración: He aquí un buen hombre. Una persona así no la
hemos visto nunca.
- Muere
para revelar el amor de la Madre. Y como una madre, padre Kolbe se inclina sobre la persona
herida, angustiada y destruida, caída en la trampa del campo. Cura sus
heridas con el bálsamo de la acogida, de la escucha, de la consolación.
Por este ser humano se saca el pan de la boca hasta dar su vida.
Gracias
al padre Kolbe, Auschwitz, por antonomasia lugar de odio, será recordado
también como lugar de la victoria ganada por el amor.
Si la familia quiere volver a ser ella misma, y volver
a tener vida, que como el samaritano Kolbe, se incline sobre cada uno de sus
miembros desilusionados y estresados por los muchos lugares que frecuenta fuera
de casa y le vende las heridas con el don de la escucha, de la acogida, de la
consolación. Con el don de la propia vida. Padre Maximiliano nos muestra con su
estilo de vida donada, que “sólo el amor crea”: un ideal capaz de hacer brotar
la flor del amor y de la donación gratuita también en el desierto de un campo
de concentración. También en los corazones áridos de nuestras existencias.
La fuerza del amor! Si esta fuerza circulara en
nuestras familias, en los ambientes en los cuales vivimos y trabajamos, sería
capaz de generar la paz, sería capaz de brillar en todo su esplendor la belleza
de la vida.
Angela
Esposito
MIPK
martes, 13 de octubre de 2015
LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE OCTUBRE 2015
“¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Cor 9,16).
“¡Ay de mí si no predicara el
Evangelio!” (1 Cor 9,16). Es la Palabra clave del Mensaje
para la Jornada mundial de las misiones 2015. Reflexionemos juntos algunos
pasajes en clave misionera.
El Papa Francisco con convicción
profunda y estupor afirma que "la misión es parte de la "gramática” de
la fe, es algo indispensable para cualquier persona que escucha la voz del
Espíritu que susurra "ven" y "anda." El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo sabe que Jesús camina con él, habla con él,
respira con él, trabaja con él, percibe a Jesús vivo con él en medio de la
tarea misionera.” (EG, 266)
La misión es una pasión por Jesús
pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante Jesús
crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene, pero
allí mismo, si no somos ciegos, empezamos a percibir que esa mirada de Jesús se
amplía y se dirige llena de cariño y de ardor hacia todo su pueblo. (cfr. ibid. 268).
¿Cómo no pensar en las palabras
del Padre Kolbe, cuándo dice: “se ve que desean (Jesús y la Inmaculada) que
usted ofrezca la mano a estos miserables “haciéndose guía de muchas, muchas
almas para conducirlas a Dios por medio de la Inmaculada. Hermosa misión por la
que vale la pena vivir, sufrir, trabajar y hasta morir?” (SK 31)
El corazón misionero del
padre Kolbe late a 360º y en 1927 comienza a construir, la Ciudad de la Inmaculada, Niepokalanów, aproximadamente a 40 km de Varsovia, no teniendo absolutamente nada. No había un sistema de
comunicación muy veloz para él. "El vehículo del
misionero, solía decir, debe ser el último modelo de avión porque si
Niepokalanów quiere lograr el objetivo que se propuso: difundir a la Inmaculada
y el Evangelio en todos los rincones de la tierra, debe izar su bandera en las
editoriales de los periódicos, las agencias de prensa, en las antenas de radio,
en las instituciones artísticas y literarias, los teatros, las salas de cine.
En los parlamentos, los senados, en una palabra, en todos los extremos de la tierra...
a fin de comunicar la verdad a todos los hombres: Jesús es el Señor. Sembrar en
cada corazón palabras de vida. "
Y es así que el papel
impreso se convierte, día a día, en el alma de su apostolado.
En la primavera de 1930,
con cuatro hermanos, llega a Nagasaki, Japón. Pasa por Puerto Said, Colombo,
Singapur, Hong Kong y Shanghái Saigón, se queda en estos lugares de paso para
investigar la posibilidad de crear un nuevo centro editorial del Caballero de la Inmaculada. Para ello
deja en Shanghái dos de sus hermanos.
En 1930, escribe al P.
Cornelio: "Pienso en China, pero también en la India y en la cuenca
siríaca para los siguientes idiomas: árabe, turco, hebreo. Pienso imprimir y
difundir el Kishi por toda China." (EK 253). Sin dinero, sin conocer el
idioma, sin tener nada en absoluto, un mes después de su llegada, en un
telegrama a Niepokalanów anuncia la publicación del 1º número de
"Kishi", el Caballero en japonés. Es la primera vez en la historia de
Japón, que una revista es redactada por occidentales.
“¡Ay de mí si no predicara el Evangelio” (1
Cor 9,16). Los consagrados están llamados a promover en la pastoral de la
misión la presencia de los fieles
laicos.
Profundamente convencido
el padre Maximiliano, desde el inicio, intenta buscar colaboradores para la
evangelización. "El problema más apremiante que enfrenta la publicación
para garantizar su supervivencia es la colaboración con los laicos"[1].
Maximiliano Kolbe se revela un gran organizador y capaz de reunir a su
alrededor colaboradores, a través de cuya cooperación, que deseaba y buscaba
constantemente, cree que puede penetrar el espíritu del Evangelio en cada
pliegue de la realidad humana. "Nosotros, dijo el padre Maximiliano a sus
hermanos, junto con los laicos abrazaremos al mundo entero." [2]
El Padre Maximiliano
sabía encender en el corazón de las personas la dedicación gratuita para la
causa de la Inmaculada. En Grodno las personas iban gustosas a dar una mano,
especialmente los niños y jóvenes.
Algunos niños llegaban a la editorial directamente de la escuela, después de
clase. También en Niepokalanów los vecinos iban a ayudar a los frailes. En
Nagasaki, sólo gracias a los voluntarios, Padre Maximiliano pudo publicar a un
mes de su llegada el Caballero en japonés.
San Maximiliano, a sus colaboradores
que se ofrecían espontáneamente para ayudarlo en su misión evangelizadora, le
asignaba las tareas de acuerdo con sus habilidades y destrezas. Cuando era
necesario les hacía hacer cursos de formación específica. Involucraba a los
frailes y a los laicos aceptando sus comentarios y propuestas. Estaba siempre
atento para que los colaboradores fueran conscientes de trabajar para la mayor
gloria de Dios.
Más allá de todo, transmitía la
alegría de decir a cada uno quien nos da la fortaleza y la esperanza a nuestras
vidas.
Padre Maximiliano es un hombre
marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar.[3]
En 1936 padre Kolbe regresa a
Polonia. Sus proyectos misioneros sufren un giro brusco. Soñaba con una
avalancha de papel impreso que forrara el mundo con el mensaje de la
Inmaculada. Soñaba con nuevos territorios, nuevas culturas para evangelizar, construir
nuevas ciudades para la Inmaculada. Su empuje misionero no se ahogó ni obstaculizó
por el odio de sus perseguidores, siguió dando frutos y, aún hoy, desde su
celda resuena la enseñanza que nos dejó como testamento espiritual: "El odio no es una fuerza creadora. Sólo el amor crea."
Estamos llamados a ser testigos de la verdad que intentamos vivir.
"¡Ay de mí si la evangelización no me evangeliza!" (M. Delbrel). El
Padre Kolbe le hace eco a esta verdad: "Cada uno de ustedes esfuércese no
tanto para cambiar el ambiente, cuanto por llegar a ser cada vez mejor él mismo.”5
Angela Esposito
jueves, 1 de octubre de 2015
60 AÑOS IMPULSADOS POR UN SUEÑO...
Sobre los pasos de la memoria,
porque recordar es traer al
corazón, y tener una historia por la cual estar agradecidos, memorias y
momentos que constituyen el mosaico de nuestra identidad.
Recordar para celebrar, celebrar para vivir.
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domingo, 13 de septiembre de 2015
LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE SEPTIEMBRE 2015
Padre Kolbe “madre”
“Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia
mí.” (Jn 12,32)
“De su plenitud, todos nosotros
hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia.” (Jn 1,16)
Y así sucede por
cada vida que se dona. El padre Kolbe,
totalmente entregado a la “Llena de Gracia”, a Aquella que ha sido transformada
por la ternura de Dios, transforma en humano
el deshumanizado campo de concentración de Auschwitz
hasta donar su propia vida.
De la muerte del
padre Kolbe, crucificado por amor, muchos han recibido luz y fuerza
contemplando su testimonio de vida. “Yo creo, dirá un día uno de sus primeros
compañeros de Niepokalanów, que nunca un padre o una madre hayan amado a sus
hijos con tal afecto y ternura como el padre Maximiliano los ha amado.”
Deportado a Auschwitz,
donde llegó el 28 de mayo de 1941, su única preocupación era no dejar escapar
las ocasiones de brindar caridad hacia los otros. A todos les ofrece una mano
llena de amor, por todos reza, sufre y a todos les desea el bien, la felicidad ya que es Dios quien lo quiere[1].
Maximiliano es enviado a
los trabajos forzados, cae extenuado en la tierra y a quién lo socorre, despotricando contra el guardia jefe Krott, él
le dice suavemente: “¡No lo hagas! El odio no es fuerza creadora. Es sólo
impotencia, ¡impotencia de amar!”
Se lo ve empujar
carretillas llenas de piedras: una patrulla lo encontró un día bajo un cúmulo
de hojas, donde sus guardias lo habían arrojado después de haberlo golpeado
hasta sangrar. Fue transportado a la enfermería, un joven enfermo le sacó con
violencia un vaso de leche que el médico le estaba ofreciendo al padre Kolbe
que se encontraba indefenso y con fiebre. El joven ladrón miró a Maximiliano y
le dijo al médico desorientado por lo que había ocurrido y dijo: “yo no creo en
Dios, pero él sí”.
En la enfermería le asignan
el último lugar que quedaba libre, en medio de la corriente de aire de la
puerta de ingreso. Lo valorizó mucho pues esto le permitía acoger a los
enfermos con una cálida palabra y le permitía rezar cuando llevaban a las
personas que fallecían.
Junto a un compañero de
detención le dieron el compromiso de transportar los cadáveres. El pobre
temblaba cuando los llevaba al horno crematorio y el número 16670 rezaba y los bendecía
en medio del humo del horno.
Durante la noche con la
complicidad de las tinieblas, algunos prisioneros iban a ver a Maximiliano para
ser confortados. Un testigo cuenta: “Cuando
al cabo de mi tarea diaria me acercaba a Él me apretaba a su pecho como una
madre a su hijo… Yo me sentía especialmente confortado con sus insistencias:
“Toma la mano de Cristo en una mano y la de María en la otra. Entonces, aun
estando en tinieblas, podrás ir adelante con la confianza de un niño guiado por
sus padres. Tengo una enorme deuda con su corazón maternal”.[2]
“A menudo era golpeado por los
guardias y los jefes. Comencé a pensar de tirarme sobre el alambre de púa con
corriente y terminar con mi vida allí… el padre Kolbe lo supo. Me habló y me devolvió la serenidad. Sabía infundir en mí y
en los demás, coraje... yo lo llamo el apóstol de Auschwitz”. Cuando los grupos de detenidos podían reunirse en torno a él, sin suscitar
la sospecha de los guardias, él les hablaba de Dios, de la fe, de los valores
sublimes de la vida cristiana y aquellos
hombres, tan probados y con la muerte en el corazón, parecían revivir.
“A los 13 años me encontraba en el infierno de Auschwitz. Solo, con mis padres asesinados. Mientras caminaba, buscando
alguien con quien compartir mi dolor, el padre Kolbe me encontró y me habló.
Para mí fue como un ángel y, como una madre, me tomó entre sus brazos. Secaba
siempre mis lágrimas y mi vida volvió a florecer.”
Foto tratta da I Labirinti di Marian Kołodziej
Cuando se dona por un
prisionero se entrega por todos, acompañándolos hacia el bunker: fray Ladislao
comenta su actuar cuando se dirige al lugar de la muerte: “Las diez víctimas pasaban por delante de mí y vi que el padre Kolbe se
tambaleaba bajo el peso de uno de los condenados. Él lo sostenía a este hombre
que no era capaz de caminar con sus propias fuerzas.”
El padre Kolbe,
como una madre da, no pide nada. No pretende, ofrece. No exige nada y dona
todo. Después de haber regalado el pequeño trozo de pan, se dona a sí mismo. Se
da a sí mismo para transformar los hombres de Auschwitz de
bestias en hermanos. Es esta ternura de amor que cambia la vida para siempre. El
padre Kolbe es luz para quien se acerca, porque cree que el bien es posible
también en situaciones que parecen negarlo. “Su
muerte significó la salvación de miles… y mientras vivamos, nosotros, los que
estuvimos en Auschwitz, inclinaremos nuestras cabezas en memoria de ella…
Fuimos impactados por ese acto, que se convirtió para nosotros en una poderosa explosión
de luz en la oscura noche del campo.”[3]
A San Maximiliano se
pueden aplicar muy bien las palabras de una de las más grandes poetisas italianas,
Alda Merini, que así escribe: “Sus ojos
nacidos para la caridad, exentos de cualquier cansancio, no se cerraban nunca,
ni de día ni de noche, porque no querían perder de vista a su Dios”.
Angela Esposito
Harmęże - Polonia
EXPOBIBLIA 2015
En la Parroquia Nuestra Señora del Carmen y San Maximiliano Kolbe, este domingo 13 de septiembre se realizó una Expobiblia con diferentes dinámicas, juegos y mucho más... con el objetivo de un mayor acercamiento a la Palabra de Dios y ayudar a conocerla mejor. En horas de la tarde se realizó el Festiva Bíblico donde los niños que se preparan a la Primera Comunión escenificaron pasajes bíblicos...
Cochabamba - Bolivia
jueves, 13 de agosto de 2015
LA CELDA DEL AMOR SIEMPRE ABIERTA - 14 DE AGOSTO 2015
Padre Kolbe, hombre “hecho oración.”
“Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en
compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.” (Hech 1,14)
La primera característica de la oración “junto a María” es una
oración perseverante. El autor, para expresar esta característica de la comunidad, usa
un término griego (proskarterountes) que es muy significativo para describir la
oración: es constante, asidua, sin descansos. Es una oración continua.
Persistir en la oración significa pedir y no rendirse nunca, no descansar y no
dar descanso a Dios. San Maximiliano afirma esta expresión diciendo: “la
oración obliga a Dios”1. Perseverancia significa, además, aferrarse
cotidianamente a la palabra, volver a empezar desde ella, para hacer nuevo cada
día. Significa saber quedarse en la oración a fin de que se transforme en
contemplación. Dice Jesús, “solo quien persevera en la oración, se salvará”2.
Quien sabe rezar así, aprende la ley de gratuidad, de la alabanza, del tiempo
“perdido” y ofrecido a Dios.
La segunda característica de la oración con María es “concorde”, es decir es
hecha con un solo corazón con una sola alma. María se hace así la perfecta
orante dentro de la asamblea eclesial.
Oración perseverante y concorde: dos
características siempre presentes en la vida del padre Kolbe. A menudo sus
hermanos le preguntaban: “¿cómo y cuándo rezar?”. Él respondía con pocas
palabras pero muy claras: “se necesita rezar siempre y bien”.
San Maximiliano nos ha dejado una rica herencia escrita sobre la
oración. Releemos uno de sus tantos escritos:
“La oración es un medio desconocido y sin embargo el más eficaz
para restablecer la paz en las almas, para proporcionales la felicidad. La
oración hace renacer el mundo… recemos bien, recemos mucho, tanto con los
labios como con el pensamiento… y nuestros pecados se desvanecerán y nuestros
defectos se debilitarán y nos acercaremos cada vez más a Dios con suavidad y
fuerza. En la medida que ardamos cada vez más de amor divino podremos inflamar
de amor semejante a los demás”.3
Profundamente convencido de la necesidad de mantener una profunda
armonía entre la acción y la contemplación, entre la vida de oración y la
acción, afirma: “la actividad externa es buena, pero obviamente, es de
secundaria importancia y más aún si la confrontamos con la vida interior, con
la vida de recogimiento, de oración, con la vida de nuestro amor personal hacia
Dios”.4 2
La oración aparece así como un dinamismo interior
de la acción apostólica. En este sentido san Maximiliano alcanza una unidad
de vida tal que se puede decir que él, como lo que se decía de san
Francisco, que no era un hombre que rezaba, sino un hombre hecho oración.
El francisco del siglo XX, el hombre hecho
oración, exhorta a sus hermanos a cultivar la unión con Dios:
“En un sector vi una hojita en la que estaba
escrito que no es suficiente hacer las cosas, era necesario hacerlas rápidamente.
Trabajar con rapidez es una cosa buena, pero dentro de algunos límites;
fácilmente, se puede perder el espíritu de oración. Cuando se hace un trabajo
comprometedor es necesario detenerse a menudo para rezar alguna jaculatoria o
hacer oraciones cortas. Sin el espíritu de oración el alma puede convencerse de
hacer mucho, se transforma como una lancha que navega velozmente pero está
destina a estrellarse”5.
Por lo tanto, es necesario rezar siempre y bien,
independientemente del lugar y del tiempo, de las condiciones externas e
internas. La oración es la fuente más importante y eficaz de cualquier acción.
Sabiendo bien que dentro de un aparente éxito se puede esconder una gran
esterilidad, el padre Maximiliano nos invita a pensar en los que nos dice
Jesús:
“… Yo soy la vid,
ustedes los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él, da muchos frutos
porque separados de mí nada pueden hacer”6. El salvador no nos dice que sin él
no podemos hacer muchas cosas, sino que no podemos hacer nada, absolutamente
nada. La fecundidad del trabajo por lo tanto, no depende de la capacidad,
del dinero, si bien esto también es necesario, pero solamente y únicamente en
comunión con Dios.”
Inmerso en Dios, ofrece su vida por un
desconocido. En el bunker de la muerte la última oración es para el doctor
Bock, el médico nazista que le aplicó la inyección de ácido fénico,
Maximiliano reza la última Ave María, tendiéndole el brazo y mirándolo a los
ojos.
La última oración del padre Kolbe no es para los
amigos, no es para un pariente, es para quien lo elimina del escenario de la
vida. Lo quiere salvar.
Ángela Esposito
Harmęże – Polonia
1 EK 634.
2 Mt. 24, 13.
3 EK 903
4Ibid.
5 CMK
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lunes, 13 de julio de 2015
LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE JULIO 2015
Padre Kolbe, hombre de mansedumbre
A la luz de la Palabra
de vida, “Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy manso y
humilde de corazón” (Mt. 11,29), nos introducimos en el corazón de la reflexión
de este mes, Padre Kolbe, hombre de
mansedumbre.
Muchas veces esta frase ha sido manipulada para someter a las personas.
Pero lo que Jesús quiere decir es justamente lo contrario. Pide a la gente de
alejarse de los maestros de religión, de aquella época y de cada tiempo, de
separarse y de comenzar a aprender de Él, de Jesús, que es “manso y humilde de
corazón”
El complemento “de corazón” no es una expresión más, sin
importancia. Indica que las disposiciones de Jesús se arraigan en su
interioridad e implican a toda su Persona. A vivir se aprende, aprendiendo “el
corazón de Dios”. Y la escuela es la vida de Jesús, este hombre sin poderes,
que nada ni nadie ha podido manipularlo. Aprendan mi modo de amar: humilde, sin
arrogancia, y manso, sin violencia.
La mansedumbre es la hermana gemela de la humildad. Jesús no impone nada a nadie. Su anuncio es un don, un regalo, su amor es
gratuito.
Jesús, el Maestro
“manso”, aparece como un hombre agobiado, vencido, más aun, ajusticiado. ¿Qué
se gana entonces con ser manso? “Felices
los mansos porque recibirán la tierra en herencia” (Mt. 5,4).
Si tenemos en cuenta la época que estamos
viviendo, podemos afirmar que estamos diciendo cosas pasadas de moda. Pero
pensemos que podría suceder en el mundo si no fuéramos esta presencia de
mansedumbre. Con este motivo comencemos un “viaje” en busca de personas mansas.
Un ejemplo de mansedumbre la encontramos en el Padre Maximiliano Kolbe que viene a nuestro encuentro y camina con
nosotros para recordarnos “Que sólo el amor crea, el odio destruye, no es
fuerza creadora”.
Con su vida “ofrecida
por” San Maximiliano nos dice que es posible ser manso. El no ha sido absorbido
por la historia. En el campo de concentración se convierte en el número 16670,
es decir nada entre otros miles de nada. Parece abatido, una persona destruida
por un poder casi invisible. Conclusión de esta parábola de vida: ha sido uno
de los pocos vencedores, uno de los pocos que han desafiado el muro de la
desesperación, del no sentido. ¡En un lugar violento ha encendido la esperanza!
No tenemos que tener
miedo de perecer vencidos: seremos vencedores.
¿Quién
le dio al Padre Kolbe, “el manso y humilde franciscano”[1],
la fuerza de ir contra corriente y ser así una presencia profética? La
Inmaculada, la mujer del magníficat, “El himno más fuerte e innovador que se ha
pronunciado”[2]
María revela el rostro de
misericordia y de ternura, de mansedumbre y de gratuidad de Dios que se inclina
sobre nuestras miserias y “da vuelta” las situaciones: el soberbio será bajado,
y el humilde será ensalzado.
“Si alguien se imagina ser algo,
se engaña porque en realidad no es nada”[3]. El Padre Kolbe exhorta a “evitar todas
aquellas palabras que pueden atraernos la gloria, la estima y el aprecio de los
demás”[4]. Desde
que era un joven fraile[5]
escribe: “La humildad es el fundamento de todas las virtudes. Obstáculos:
soberbia, amor propio. “El amor propio es odio hacia sí mismo; es el peor
enemigo, poco conocido, que sabe esconderse bien poco combatido, motivo de
preocupaciones”[6].
En las
relaciones con las personas la mansedumbre se reviste de paciencia. No de
aquella que se aprende con técnicas humanas, con ejercicios de relajación. El
Padre Kolbe ha conocido al Dios paciente fijando la mirada sobre el libro de la
cruz y entendió que la cosa más importante es confiar en Dios, entrar en su
lógica y acoger sus tiempos. Completamente abandonado en el Señor Jesús, se
dispuso a acoger al hermano con todas sus dificultades, como un don de gracia
del Señor.
Mansedumbre es ausencia de toda
dureza, imposición o violencia. En latín “mitis” se refiere al tacto, al sabor
y en particular al sabor característico del fruto maduro, Se opone al vocablo
“immitis” o “acerbus”. Por lo tanto al término mansedumbre se asocia fácilmente
la idea de madurez, de suavidad. Entonces ¿Quién es manso? Una
persona madura. Y la persona madura es dulce, mansa, no arrogante, no se cree
con derechos y vanagloria, no se cree importante.
Felices nosotros si hacemos la
guerra, no a los otros, sino a nuestro orgullo, a nuestro yo que tiende siempre
a imponerse, a prevalecer, a sobresalir.
Felices nosotros si con
insistencia pedimos: dónanos Señor, un corazón manso que sepa responder a un
insulto con una silenciosa bendición. Haznos capaces de hacer el bien a
aquellos que nos hacen el mal.
Angela
Esposito
Harmęże - Polonia
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