¡Un deseo de... silencio!
Al
inicio de un nuevo año es frecuente saludarse, intercambiar saludos, deseándose
la paz, bendiciones, prosperidad. Llegamos a ustedes desde Polonia con un deseo
de… Silencio! Un deseo que tomamos de la Palabra de Dios que le dice a Elías y
a cada uno de nosotros: “El Señor le dijo: «Sal y quédate de pie en la montaña,
delante del Señor». Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento
huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor.
Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto.
Pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, se encendió un
fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor
de una brisa suave. Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto…” (I Re
19,11-13).
Los
fenómenos naturales, ruidosos, presentes en el Sinaí, aparecen también aquí,
pero el texto subraya que “el Señor no está allí”. Solo cuando siente una voz
muy silenciosa, Elías reconoce la presencia del Señor. El silencio revela a
Dios en la pequeñez. Un Dios misterioso, nunca igual a sí mismo. Los signos de
la presencia de Dios no son más aterradores. El Profeta debe ser capaz de
reconocer el paso del Señor en la escucha de la voz del silencio. Aprender a
reconocer a Dios allí donde parece que está ausente. No es siempre necesario
pasar del fuego al viento, del viento a la tormenta, también la banalidad de la
vida cotidiana es lugar privilegiado de la presencia de Dios. Escuchar lo que
el silencio dice.
Voz
de silencio débil, es la voz del Padre Kolbe que invita a conservar la paz
interior, independientemente de los acontecimientos de la vida, porque “en
medio de la tempestad, ya sea exterior o interior, es necesario mucha,
muchísima tranquilidad”1. “Durante el Capitulo Provincial del año
1936, el padre Buenaventura se pronunció ásperamente y en un modo agresivo contra las prácticas de
la vida conventual en Niepokalanów. Amenazaba una áspera discusión entre los
defensores y los adversarios. La tensión era mucha. El padre Maximiliano
mantuvo el equilibrio y una calma totalmente heroica, a pesar de que esas
cuestiones lo atacaban directamente a su
persona. Él no elevó la voz en su defensa, simplemente repetía: “Será como la
Inmaculada quiera”2 “Estaba
lleno de cordialidad hacia sus Hermanos Frailes que le provocaban sufrimientos,
tal vez involuntariamente. Hablándome de las dificultades que había tenido con
el Padre Costanzo en Nagasaki, me dijo: “Rezo a fin de que la Inmaculada
convierta todo para un bien.3
El
padre Kolbe repetía con frecuencia una frase de San Juan de la Cruz: “Trata de
que nada te dé fastidio y no te dejes fastidiar por nada. Olvídate de todo y
recógete más bien en la intimidad con tu Dios. A veces, nos dicen los que lo
conocieron: el padre Kolbe, en los encuentros con los frailes, dona sólo un
servicio de escucha.
Con
su silencio “casi los obliga”, a bajar a un nivel más profundo, y los reconduce
a relativizar sus acciones para
dedicarse al verdadero camino, propio de cada creyente, de cada consagrado, el
camino del amor. A ellos le dirige, desde el corazón, una profunda invitación:
“Pongamos en Ella nuestra confianza, oremos y vayamos adelante en la vida con
tranquilidad y serenidad”4. “La actividad exterior es buena pero,
evidentemente, es de importancia secundaria y aun menos en comparación con la
vida de nuestro personal amor a Dios”5.
Es en
el silencio interior que el alma se purifica y puede renacer. “En el vientre de
María el alma debe renacer según la forma de Jesucrito”6. Recomienda
a menudo el silencio7. Y se amarga cuando el mismo no
logra vivirlo plenamente8. En el silencio y con paciencia recibe las
críticas, acusaciones, traiciones. ¿Todo es natural para
él? ¡No todo lo contrario! “Era de carácter fuerte, por naturaleza y calmo, por
virtud” para escuchar una voz silenciosa débil y ver la presencia de Dios que
se esconde en los pliegues torcidos
y retorcidos de la vida.
En la
“Babel” de nuestro tiempo ensordecedor nadie escucha a nadie. “Ninguno tiene
tiempo de escucharte, ni siquiera aquellos que te aman y serían capaces de
morir por vos”, afirma con frialdad un personaje de un famoso romance: “Mi
corazón escucha” de Taylor Caldwell. El padre Kolbe dona tiempo, todo el tiempo
necesario para escuchar a cada hermano fraile y goza cuando vislumbra en el
rostro de la persona de quien se ha hecho prójimo, con la escucha y la acogida,
una luz tenue de serenidad para retomar juntos el camino de la confianza y de
la ternura.
Buen
año con María, la Virgen de la escucha y del silencio.
por la
comunità
Angela
Esposito, mpk