sábado, 14 de mayo de 2016

"LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA" - 14 DE MAYO 2016



La quinta obra de misericordia corporal: 
“Visitar a los enfermos” Padre Kolbe: “el hombre cercano al enfermo”


  

La enfermedad es una de las nuevas pobrezas de nuestro tiempo: no se trata de “no tener” la salud, sino que significa mucho más, el de “no ser”, “no contar” para los otros, los que se creen “sanos.”

El enfermo vive la soledad del abandono, del rechazo.

El Papa Francisco nos invita “a pedir a Jesús misericordioso por la intercesión de María, Madre suya y nuestra, que nos conceda esta disponibilidad para servir a los necesitados, y concretamente a nuestros hermanos enfermos. A veces este servicio puede resultar duro, pesado, pero estamos seguros de que el Señor no dejará de transformar nuestro esfuerzo humano en algo divino”.[1]

Así las obras de misericordia vuelven milagrosamente a quien las hace.

En el Antiguo Testamento Dios nos exhorta a: “No dejes de visitar al enfermo: con tales obras te harás amar”.[2]

El salmo 41 inicia proclamando la bienaventuranza del que cuida al enfermo: el Señor lo protegerá cuando ellos a su vez, se encuentren en la necesidad y en la enfermedad.

“El Señor lo sostendrá en su lecho de dolor y le devolverá la salud”.[3]
 

 Este salmo presenta la sorprendente imagen de un Dios que asiste al enfermo como un enfermero.

“Estaba enfermo y me visitaron”: una palabra que Maximiliano Kolbe vivió con verdadera y profunda compasión.

De los archivos del Vaticano emergen testimonios que se unen confirmando este pensamiento. Todos están de acuerdo en testimoniar la compasión auténtica que él sentía por los enfermos:

“A los enfermos les demostraba mucho cariño y cercanía visitándolos, tres veces al día. (…) Cuidaba con mucho amor a los enfermos visitándolos seguido y cuidándolos durante las noche cerca de sus cabeceras.”

En el año 1936, cerca de 200 frailes se enfermaron, tenían fiebre y el padre Maximiliano no salía casi de la enfermería, pasando de una cama a la otra.”

“Cuando se trataba de ayudar a los enfermos, no tenía en cuenta los gastos. Decía que había tres ramas de apostolado: la oración, el trabajo y el sufrimiento; a la Inmaculada le gusta más el sufrimiento porque en el dolor el amor propio no encuentra ningún alimento”.

Un antiguo texto cristiano asocia la visita al enfermo a la visita de la viuda, del huérfano y del pobre: “Los presbíteros […] visiten a todos los enfermos, sin descuidar a la viuda, al huérfano y al pobre”.[4]

Del Padre Kolbe se decía: “Era generoso con los pobres, especialmente durante la ocupación”.[5]

Hacía con los enfermos arte-terapia porque el mismo estaba enfermo. “Sufría mucho, pero siempre estaba igual, sereno, parecía que viviese sin estar sujeto a sus condiciones de salud”. (Felicitas Sulatycka)[6]

El padre Kolbe, el misionero de grandes horizonte, está en contra del eficientísimo. Para él la prioridad es del Espíritu; basta ver con cuanta insistencia suplica al Ministro Provincial para que no alejara de la orden al profeso simple fray Evaristo, a pesar de que estaba gravemente enfermo: “Si él hasta el fin de la vida no pudiese hacer otra más que estar enfermo y fuese necesario gastar por él mucho dinero de la caja de la revista, él es un religioso tan extraordinario que vale la pena aunque nada más sea para atraer-por sus méritos-la bendición de Dios por medio de la Inmaculada”. (EK 148) Otro aspecto de su ternura: “Que fray Evaristo se ocupe siempre de que fray Alberto tome algo por la tarde como merienda y a media mañana y todo ello con mantequilla”. (EK 128)

Cuando se proyecta la mudanza a Grodno para otra sede, anota: “Me da un poco de miedo que se haga el traslado durante el invierno, no sea que los hermanos, al hacer la mudanza, “se acaloren” y “contraigan un constipado”. (EK 148)

Su amor sabía tocar las notas más altas de la delicadeza y de la atención hacia el otro.

Como Jesús socorre a quien está en dificultad y en la necesidad, así se le pide al creyente de vivir no para sí, sino para los demás, sobre todo por las personas más sufridas y abandonadas.

El padre Maximiliano se pone a disposición de los frailes para escucharlos. Un día se siente muy mal, entonces alguien pone un papelito en su puerta que dice: “No molestar al Padre”. Cuando él se dio cuenta, hizo sacar rápidamente ese cartel diciendo: “Cada uno puede venir a verme cuando quiera, yo estoy siempre para ustedes”.

El perfil que surge de los testimonios de los que vivieron con san Maximiliano es de un hombre apasionado, interesado en todos los aspectos de la vida.

“Jugaba seguido al ajedrez” comparte el Hno. Gregorio; mientras el padre Felissime subraya como “hombre entre los hombres, era alegre, amaba contar chistes, hacer reír a los enfermos de la enfermería para relajarlos”.

Benedicto XVI, en ocasión de la visita a la parroquia dedicada a san Maximiliano[7], afirma: “¡En qué grande luz se convirtió él! ¡Cuánta luz vino de esta figura y le dio coraje a otros a donarse, a ser cercanos a los que sufren, a los oprimidos!”

En una película famosa, que cuenta la historia del médico estadounidense Patch Adams, el protagonista afirma: “Si se cura una enfermedad se gana o se pierde; si se cuida a una persona se gana siempre, cualquiera sea el éxito de la terapia”.[8]

¿Te animas también tú, a vivir este desafío?

Angela Esposito MIPK



[1] Jornada Mundial del enfermo 2016. //w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/sick/documents/papa-francesco_20150915_giornata-malato.html
[2] Eclo 7, 35
[3] Sal 41, 4
[4] San Policarpo de Smime, Segunda carta a los Filipenses VI,1
[5] De Los Archivos Vaticanos, Positio super introductione causae.
[6] Idem
[7] Roma, 12-12-2010
[8] De la película Patch Adams