Padre
Kolbe, el hombre “que se anima a dejar”
«Ahora, Señor,
puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis
ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz
para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel». (Lc 2, 29-32).
Simeón está delante de Jesús y
brota su canto. “Ahora, Señor, puedes dejar...” Este canto que Simeón ha
cantado al atardecer de su vida y la liturgia nos lo hace rezar al atardecer
cada día, es el canto de quien se siente liberado de un peso que dentro está siendo
insostenible.
“Ahora, Señor, puedes dejar...”, para decir:
finalmente, Señor, “mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los
pueblos”. Simeón está en el atardecer de su vida, ve a Jesús
y dice: ahora que mis ojos te han visto, no tengo más miedo de morir. No tengo
más miedo de esta inquietud que me quemaba dentro, de esta noche que no quería
atravesar. No tengo más miedo porque mis ojos te han visto, Jesús. Tú estás, tú estás conmigo. “Tú eres
luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.
“Ahora, Señor, puedes dejar...”: es la
disponibilidad de Simeón a dejar su propio mundo, ahora que ha visto la
salvación” entró la luz. Simeón nos ayuda a estar preparados para dejar lo que
nos presentan los varios momentos de la vida, o porque ya somos ancianos, o
enfermos o por otros motivos. Simeón nos ayuda a vivir el desapego de las
personas, de las cosas con una gran serenidad de ánimo.
Cuantos hombres y mujeres desprendidos,
“que dejan ir”, si así los podemos llamar, encontramos en nuestro camino.
Etty Hillesum, a la vigilia de su deportación a Auschwitz, escribe: “Me
han dicho: una persona como usted tiene el deber de salvarse a sí misma, tiene
tanto que hacer en la vida, tiene todavía mucho que dar... Si Dios decide que
yo tenga tanto que hacer, bueno, entonces lo haré... y si no puedo sobrevivir,
se verá quién soy de como moriré”.
“Antes de emprender algún trabajo,
cuenta un fraile de Niepokalanów, elaboraba con el pensamiento los medios, la
manera y el método de la acción, después confiaba la obra a la Providencia, a
través de la Inmaculada. Cuando le preguntaban: “¿Qué pasaría , Padre, si su trabajo no se logra
concretar?. El responde con calma: “Es obra de la Inmaculada, Ella proveerá”.
En poquísimo tiempo Niepokalanów
se había convertido el centro de medios más grande de Polonia. Antes de que
estallara la segunda guerra mundial, se editaban 9 periódicos (uno en latín
para el clero del todo el mundo), libros, opúsculos, volantes y propagandas. Existía
también, una frecuencia de radio con su redacción y se estaba ya pensando en la
televisión, en relación a esta última estaba en una fase de experimento.
Los periódicos en Niepokalanów
eran los más leídos en Polonia. La tirada media mensual del “El Caballero de la
Inmaculada”, en los años ’30, era de 700 mil copias, la del “Calendario del
Caballero de la Inmaculada” era alrededor de 380 mil. El Maly Dziennik (pequeño
diario) cotidiano católico, con una gran tirada de copias, salía en 7 ediciones
diferentes, para cada región polaca.
Como en Polonia, también en tierra
japonesa, Maximiliano Kolbe decide poner las propias energías en la
evangelización, en la formación de las conciencias e inflamar los corazones con
el fuego del Evangelio.
Siempre yendo más allá, padre
Kolbe proyecta de imprimir y difundir el “Kishi” en toda China. “Pienso también
en la India, en Aman y la cuenca siríaca para los idiomas: árabe, turco, hebreo”,
así escribe el 1930 al Padre Cornelio Czupryk. Funda en tierra japonesa el
primer seminario de su orden.
En el apogeo de su actividad
apostólica y misionera anuncia a sus frailes que, cuando aunque todo fuera destruido,
lo que queda es el amor. El padre Kolbe, el hombre de los grandes proyectos
editoriales, razona en términos de los medios-mediáticos. Sueña un mundo por
evangelizar y termina sus días en Auschwitz en la celda del hambre. Se ofrece espontáneamente
para salvar a un padre de familia.
Con el martirio se convirtió en un
testimonio creíble de la civilización del amor porque ha creído que se recibe
la vida cuando se dona. El sí de “sólo del amor crea” es un sí fecundo. Engendra
continuamente y llegamos al Papa Benedicto XVI: “En este momento siento en mí
una gran confianza porque el Evangelio es la fuerza de la Iglesia, purifica,
renueva, da fruto. Ésta es mi confianza, ésta es mi alegría”.
Para las mujeres y los hombres “que
se animan a dejar” Dios es más importante que el trabajo que se les ha
confiado. Lo que cuenta es que la obra de Dios vaya adelante con ellos o sin
ello. Es difícil el desapego, es difícil hacerse a un lado. Es necesario fijar
la mirada en el Absoluto para poder decir con santa Teresa de Ávila: “Solo Dios
basta”. Solos no podemos, como Simeón necesitamos ir al templo y “estrechar
entre los brazos a Jesús, que está en brazos de María, su madre” (Lc 2,28)
Angela Esposito
para la comunidad
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