sábado, 13 de septiembre de 2014

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE SEPTIEMBRE 2014

Padre Kolbe, el hombre “que se anima a dejar”

«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel». (Lc 2, 29-32).


Simeón está delante de Jesús y brota su canto. “Ahora, Señor, puedes dejar...” Este canto que Simeón ha cantado al atardecer de su vida y la liturgia nos lo hace rezar al atardecer cada día, es el canto de quien se siente liberado de un peso que dentro está siendo insostenible.

 “Ahora, Señor, puedes dejar...”, para decir: finalmente, Señor, “mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos”. Simeón está en el atardecer de su vida, ve a Jesús y dice: ahora que mis ojos te han visto, no tengo más miedo de morir. No tengo más miedo de esta inquietud que me quemaba dentro, de esta noche que no quería atravesar. No tengo más miedo porque mis ojos te han visto,  Jesús. Tú estás, tú estás conmigo. “Tú eres luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.

 “Ahora, Señor, puedes dejar...”: es la disponibilidad de Simeón a dejar su propio mundo, ahora que ha visto la salvación” entró la luz. Simeón nos ayuda a estar preparados para dejar lo que nos presentan los varios momentos de la vida, o porque ya somos ancianos, o enfermos o por otros motivos. Simeón nos ayuda a vivir el desapego de las personas, de las cosas con una gran serenidad de ánimo.
  
Cuantos hombres y mujeres desprendidos, “que dejan ir”, si así los podemos llamar, encontramos en nuestro camino.

Etty Hillesum, a la vigilia de su deportación a Auschwitz, escribe: “Me han dicho: una persona como usted tiene el deber de salvarse a sí misma, tiene tanto que hacer en la vida, tiene todavía mucho que dar... Si Dios decide que yo tenga tanto que hacer, bueno, entonces lo haré... y si no puedo sobrevivir, se verá quién soy de como moriré”.

“Antes de emprender algún trabajo, cuenta un fraile de Niepokalanów, elaboraba con el pensamiento los medios, la manera y el método de la acción, después confiaba la obra a la Providencia, a través de la Inmaculada. Cuando le preguntaban:  “¿Qué pasaría , Padre, si su trabajo no se logra concretar?. El responde con calma: “Es obra de la Inmaculada, Ella proveerá”.

En poquísimo tiempo Niepokalanów se había convertido el centro de medios más grande de Polonia. Antes de que estallara la segunda guerra mundial, se editaban 9 periódicos (uno en latín para el clero del todo el mundo), libros, opúsculos, volantes y propagandas. Existía también, una frecuencia de radio con su redacción y se estaba ya pensando en la televisión, en relación a esta última estaba en una fase de experimento.

Los periódicos en Niepokalanów eran los más leídos en Polonia. La tirada media mensual del “El Caballero de la Inmaculada”, en los años ’30, era de 700 mil copias, la del “Calendario del Caballero de la Inmaculada” era alrededor de 380 mil. El Maly Dziennik (pequeño diario) cotidiano católico, con una gran tirada de copias, salía en 7 ediciones diferentes, para cada región polaca.
Como en Polonia, también en tierra japonesa, Maximiliano Kolbe decide poner las propias energías en la evangelización, en la formación de las conciencias e inflamar los corazones con el fuego del Evangelio.
Siempre yendo más allá, padre Kolbe proyecta de imprimir y difundir el “Kishi” en toda China. “Pienso también en la India, en Aman y la cuenca siríaca para los idiomas: árabe, turco, hebreo”, así escribe el 1930 al Padre Cornelio Czupryk. Funda en tierra japonesa el primer seminario de su orden.

En el apogeo de su actividad apostólica y misionera anuncia a sus frailes que, cuando aunque todo fuera destruido, lo que queda es el amor. El padre Kolbe, el hombre de los grandes proyectos editoriales, razona en términos de los medios-mediáticos. Sueña un mundo por evangelizar y termina sus días en Auschwitz en la celda del hambre. Se ofrece espontáneamente para salvar a un padre de familia.

Con el martirio se convirtió en un testimonio creíble de la civilización del amor porque ha creído que se recibe la vida cuando se dona. El sí de “sólo del amor crea” es un sí fecundo. Engendra continuamente y llegamos al Papa Benedicto XVI: “En este momento siento en mí una gran confianza porque el Evangelio es la fuerza de la Iglesia, purifica, renueva, da fruto. Ésta es mi confianza, ésta es mi alegría”.

 Para las mujeres y los hombres “que se animan a dejar” Dios es más importante que el trabajo que se les ha confiado. Lo que cuenta es que la obra de Dios vaya adelante con ellos o sin ello. Es difícil el desapego, es difícil hacerse a un lado. Es necesario fijar la mirada en el Absoluto para poder decir con santa Teresa de Ávila: “Solo Dios basta”. Solos no podemos, como Simeón necesitamos ir al templo y “estrechar entre los brazos a Jesús, que está en brazos de María, su madre” (Lc 2,28)
  

Angela Esposito
para la comunidad


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