¡Yo soy la servidora del Señor!
“Para siempre”
“El ángel Gabriel fue enviado por
Dios a una virgen…el nombre de la virgen
era María. El ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena
de gracia, el Señor está contigo»… Concebirás y darás a luz un hijo, y le
pondrás por nombre Jesús… María dijo
entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho»… (Lc 1,26-38).
Esta página
del Evangelio nos presenta la llamada y la misión de María. El ángel es enviado
por Dios a María para hacerle conocer el proyecto que Dios tiene para ella y
para pedirle su consentimiento. Dios tiene para cada uno de nosotros un designio
de amor y no lo realiza sin nosotros. Quiere nuestra libre adhesión.
“El ángel entró en su casa, le dijo Alégrate,
amada de Dios! “La primera palabra que Dios dice a María y a
cada uno de nosotros es: ¡Alégrate!
¡Goza! La primera palabra del Evangelio es una palabra de alegría. Antes de
llamar a una misión, Dios invita a la alegría: “¡Alégrate, sé feliz!”. Cuando
Dios entra en nuestra vida no viene para pedir, sino para donar. Viene para
decir a cada uno: ábrete a la alegría. Dios se inclina ante nosotros y nos pone
en nuestras manos y en nuestro corazón una promesa de felicidad.
“El
Señor está contigo”. Con María sucede algo inaudito, impensable.
Entra en ella ese Dios que siempre ha sido del Dios de Abraham, de Isaac, de
Jacob. El Dios de los Padres. El Dios
del cual los otros han hecho una experiencia personal, ahora es el Dios con
nosotros. Un Dios para acoger y para donar, para hacer nacer, crecer en el
corazón de los hombres.
“Yo soy la servidora del Señor”: María se llama a sí misma “servidora”.
Servir es un nuevo modo de vivir. Abiertos, dirigidos hacia Dios y no más
dirigidos a nosotros mismos, encerrados. La lógica del poseer es sustituida con
la lógica del donar. “Servidor” en el término originario significa pegado. María está pegada a Dios, totalmente adherida a Él.
“Yo soy la servidora del Señor”: palabras pronunciadas sin reservas. María
entra en el plano de la salvación con los sentimientos de disponibilidad total.
Orígenes, un autor antiguo, pone en la boca de María una expresión muy linda:
“Soy una tabla de cera, el Altísimo escriba lo que desea”
“Que se cumpla en mí lo que has dicho» Que se cumpla es una forma optativa del verbo
griego ghenoito y significa: no deseo nada más que hacer la voluntad de Dios y
hacerla con alegría. El verbo optativo, indica un deseo intenso. María
pronuncia un sí con todo el corazón.
En mí: María no cumple solamente un gesto o una tarea.
Pone en juego su vida. Nosotros hacemos tantas cosas. Estamos comprometidos, a
veces en varios sectores. Caminamos curvados bajo el peso de tantos servicios
por hacer o ya hechos. ¡Y nos lamentamos! María nos indica que el camino de la
existencia no es sólo hacer. Es poner en juego toda la vida. Es un donarse.
María en el abandono de la fe confía totalmente en Dios y en su Palabra.
Arriesga todo y para siempre.
“Que se cumpla en mí”: En la escuela de la Madre del Señor estas
palabras son vividas por el padre Kolbe hasta el ofrecimiento de su vida. En
sólo 12 años (1927-1939) la comunidad creada por él, se transforma en un “maxi
convento” con más de 700 frailes, tanto que hace temer una nueva Orden en la
Orden. Sin campañas vocacionales deslumbrantes, padre Kolbe exhortaba: “¡Vengan
a trabajar por la Inmaculada!”. Mostraba la belleza y la urgencia de ser
misioneros. “Vivo solo por las almas: ¡esta es mi misión!” había escrito en 1933
desde el barco italiano “Conte Rosso” refiriéndose a la conversión del ministro
plenipotenciario japonés Kawai[1].
Como María, también el sí de padre Kolbe
tiene la marca de la fidelidad. Es un sí sin si...pero... Hasta el final. Hasta
la donación por amor.
¿Es posible amar para siempre? Hoy las personas tienen
miedo de hacer elecciones definitivas. Vale tanto para quien se prepara al
matrimonio y como también para quien se prepara al sacerdocio y a la vida
consagrada. Es un miedo general, propio de nuestra cultura. Hacer elecciones
para toda la vida, parece imposible. Hoy todo cambia rápidamente, nada dura
largo plazo. El amor para siempre, podemos decir, se construye como una casa,
no sobre la arena de los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del
amor verdadero, el amor que viene de Dios[2]. Como el amor de Dios es estable, es para siempre,
así nuestro amor puede ser estable y para siempre. El secreto es: estar “pegados” a Dios como María, como el
padre Kolbe.
Para expresar un para siempre, a nivel mundial, se ha
acuñado una palabra forever (para
siempre)
para que la
entiendan todos sin malentendidos por el idioma.
Forever para recibir y
anunciar el Rostro de Dios Amor.
Angela Esposito