viernes, 13 de febrero de 2015

"LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA" - 14 DE FEBRERO 2015

“Cuando ustedes digan «sí», 
que sea sí, y cuando digan «no», que sea no.
Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.”
(Mt 5, 37)


«Ustedes han oído que se dijo a los antepasados… Pero yo les digo…»1. “Ustedes han oído, pero yo les digo” no es de puro contraste. Jesús no ha venido a abolir, sino a darle cumplimiento. El ideal religioso de los hebreros devotos consistía en el observar la ley. A una práctica demasiado formal y vacía, que se conforma con hacer sórdidamente sólo cuanto es prescrito por la ley, Jesús contrapone su ley, cuya medida es el amor. Un amor que es gratuidad, libertad, generosidad.

1 Mt 5, 21-22.27-28. 31-32.33-34.38-39. 43-44.
2 El Talmud es un texto sagrado del Judaísmo.
v. 37: “Cuando ustedes digan «sí», que sea sí, y cuando digan «no», que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.”
Que nuestro hablar sea sí si es sí, no si es no. En el medio puede estar solo "el no sé", pero no como “astucia o viveza???” o pereza, sino como silencio de caridad o búsqueda de la verdad. En el Talmud2 leemos: «enseña a tu lengua a decir “no se”... para que no seas tenido por mentiroso». Qué lindo poder decir, en el momento oportuno, “no se” para evitar hablar con demasiada seguridad de las cosas que no nos pertenecen o que apenas conocemos.

La boca debe expresar lo que hay en el corazón, sin doblez, sin falsedad. Jesús a sus discípulos les desea y los invita a un lenguaje de franqueza, no de diplomacia, no de conveniencia. Jesús enseña el amor incondicionado a la verdad: “Cuando ustedes digan «sí», que sea sí, y cuando digan «no», que sea no…” Jesús desea una transparencia tal hacia el otro que basta mi palabra para hacerlo sentir seguro, una confianza ilimitada entre nosotros que cuando digo "sí" es sí y tú puedes contar con nosotros.

Padre Kolbe, un hombre de verdad, de rectitud, no duda de comprometerse, aunque ponga en juego su propia vida, basta con recordar lo que responde a quien quería ponerlo de su parte a cambio de la vida: “Soy y seguiré siendo polaco”. Como diciendo: No habrá nadie que me haga cambiar de idea, cueste lo que cueste.

Padre Kolbe no conoce los términos de corresponsabilidad y de diversidad, pero los vive en su propia vida. Un hombre entero, no mira de frente a ninguno y en sus elecciones no piensa en los beneficios que puede tener para sí o en su reputación. En un encuentro comunitario en Niepokalanów, un fraile lo contradice abiertamente. Después del encuentro el padre Maximiliano lo llama y le dice: “No le tengo miedo a los perros que ladran... te elijo como mi secretario personal”.
“Parecía que el padre Maximiliano actuaba por inspiración divina. Esto facilitaba el sí o el no a sus frailes”. Él no está enfermo de eficientismo, sino que piensa siempre en el bien del otro. Un día lo llaman porque una máquina se rompió, había gran humo, el trabajo se suspendió y él busca al fraile responsable de lo que pasó, se le acerca y le pregunta: “¿estás bien? ¿Te hiciste daño?”
Un sí libre puede ser dicho solo por personas libres. Libres y desprendidas del poder de las creaturas, libres y desprendidas del poder de las cosas. Algunos testimonios nos cuentan:

“El padre Maximiliano no tenía “personas predilectas”, porque cada uno es hijo predilecto de Dios que da a cada persona una dignidad muy grande”.
Padre Maximiliano tiene la capacidad de decir con el ejemplo de su propia vida si y no en el momento justo, porque es una persona que tiene un corazón indiviso, que está delante de Dios, todo entregado al servicio de Dios. Es un hombre que hizo una elección sin compromiso por la causa de Dios y por Dios arde de pasión y como consecuencia, “Lo que decía con su boca era una hablar transparente. Venía de la plenitud de su corazón”.

ü  Es necesario renunciar constantemente a todos los privilegios para estar en comunión con los otros, porque sólo un sí libre de beneficios, de privilegios, nos pone en relación con los demás y no nos separa.
ü  Estamos llamados a decir un sí de verdad, de libertad, de transparencia y de consecuencia un no para hacer elecciones que requieren un gran coraje y por todas las injusticias grandes o chicas que cometemos también nosotros.
ü  Estamos llamados a introducir en el ambiente palabras de sentido, a purificarlo de palabras que lo contaminan.

¡Qué revolución! ¡Qué profecía!
Angela Esposito
por la comunidad


miércoles, 11 de febrero de 2015

N. SEÑORA DE LOURDES - JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DE LA XXIII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2015

Sapientia cordis.
«Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies»
(Jb 29,15)
Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida por san Juan Pablo II, me dirijo a vosotros que lleváis el peso de la enfermedad y de diferentes modos estáis unidos a la carne de Cristo sufriente; así como también a vosotros, profesionales y voluntarios en el ámbito sanitario.
El tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro de Job: «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» (29,15). Quisiera hacerlo en la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del corazón.
1. Esta sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de razonamientos. Antes bien, como la describe Santiago en su Carta, es «pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía» (3,17). Por tanto, es una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios. De manera que, hagamos nuestra la invocación del Salmo: «¡A contar nuestros días enséñanos / para que entre la sabiduría en nuestro corazón!» (Sal 90,12). En esta sapientia cordis, que es don de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del Enfermo.
2. Sabiduría del corazón es servir al hermano. En el discurso de Job que contiene las palabras «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies», se pone en evidencia la dimensión de servicio a los necesitados de parte de este hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un puesto de relieve entre los ancianos de la ciudad. Su talla moral se manifiesta en el servicio al pobre que pide ayuda, así como también en el ocuparse del huérfano y de la viuda (vv.12-13).
Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son «ojos del ciego» y «del cojo los pies». Personas que están junto a los enfermos  que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial para la misión de la Iglesia.
3. Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no ha venido para ser servido, sino para servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28). Jesús mismo ha dicho: «Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Lc 22,27).
Pidamos con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados. En cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que insisten mucho en la «calidad de vida», para inducir a creer que las vidas gravemente afligidas por enfermedades no serían dignas de ser vividas.
4. Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: «A mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).
Por esto, quisiera recordar una vez más «la absoluta prioridad de la “salida de sí hacia el otro” como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan «la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve» (ibíd.).
5. Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo. La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron los amigos de Job: «Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande» (Jb 2,13). Pero los amigos de Job escondían dentro de sí un juicio negativo sobre él: pensaban que su desventura era el castigo de Dios por una culpa suya. La caridad verdadera, en cambio, es participación que no juzga, que no pretende convertir al otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la aprobación y se complace del bien hecho.
La experiencia de Job encuentra su respuesta auténtica sólo en la Cruz de Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros, totalmente gratuito, totalmente misericordioso. Y esta respuesta de amor al drama del dolor humano, especialmente del dolor inocente, permanece para siempre impregnada en el cuerpo de Cristo resucitado, en sus llagas gloriosas, que son escándalo para la fe pero también son verificación de la fe (Cf. Homilía con ocasión de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, 27 de abril de 2014).
También cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad predominan sobre nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser lugar privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y reforzar la sapientia cordis. Se comprende así cómo Job, al final de su experiencia, dirigiéndose a Dios puede afirmar: «Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (42,5). De igual modo, las personas sumidas en el misterio del sufrimiento y del dolor, acogido en la fe, pueden volverse testigos vivientes de una fe que permite habitar el mismo sufrimiento, aunque con su inteligencia el hombre no sea capaz de comprenderlo hasta el fondo.
6. Confío esta Jornada Mundial del Enfermo a la protección materna de María, que ha acogido en su seno y ha generado la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor.
Oh María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra por todos los enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el servicio al prójimo que sufre y a través de la misma experiencia del dolor, podamos acoger y hacer crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón.
Acompaño esta súplica por todos vosotros con la Bendición Apostólica.
Vaticano, 30 de diciembre de 2014
Memorial de San Francisco Javier
FRANCISCUS