jueves, 14 de diciembre de 2017

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE DICIEMBRE 2017

 100 años de Fátima, 100 años de misión

 

 En nuestros días, la paz se ve cada vez más amenazada: los vientos de guerra soplan en todas las direcciones desde los corazones de los hombres. Europa y el mundo deben elegir si continuar la "Tercera Guerra Mundial en pedazos", como lo llama el Papa Francisco, o escuchar los llamados de la Virgen a Fátima "para trasplantar en el corazón de aquellos que dependen del amor de Dios que está ardiendo en el suyo" [...]. Sería una ilusión pensar que la misión profética de Fátima ha terminado"[1].

  Un siglo ha pasado ya de estos hechos, sin embargo, el mensaje que la Virgen entregó a los Pastorcitos de Fátima es un mensaje de misericordia, esperanza y consuelo para la Iglesia y para el mundo. El hombre se ha olvidado de Dios y este olvido también se aplica a los cristianos, que a menudo viven como si Dios no estuviera allí. "El hombre fue capaz de desencadenar un ciclo de muerte y terror, pero no pudo interrumpirlo [...]. Las tragedias anunciadas en Fátima no han terminado con las ideologías del final del siglo XX, incluido el mensaje de 1917. La crisis no se resuelve, de hecho, desde cierto punto de vista, es más grave hoy que nunca, porque es principalmente una crisis de fe y, por lo tanto, una crisis moral y social.

Todos corremos el riesgo de sucumbir a la "presión ejercida por la cultura dominante, que insiste en un estilo de vida basado en la ley del más fuerte, en la ganancia fácil y tentadora" [2].
El cardenal Saraiva Martins se hace eco de las palabras de Benedicto XVI: "Ante la pérdida de sentido y de valores, la desorientación de las conciencias, la Virgen presenta principios no negociables que educan una convivencia civil y cristiana: vida, familia, matrimonio, la unión entre un hombre y una mujer, caridad concreta y respeto por la dignidad de cada persona. "Es necesario superar la apostasía de la fe lo más pronto posible a través de la profundización de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima. La Virgen ofrece fe en el Cristo crucificado y nos
enseña a caminar bien en la tierra para que nuestro camino brille en el cielo" [3].
Occidente, por lo tanto, se está ahogando en la apostasía, la gente pierde la fe y no se da cuenta. El Papa Benedicto XVI también menciona la parte del mensaje de Fátima que después de la tragedia, se abre a la esperanza y el triunfo del Corazón Inmaculado de María, recordando, por lo tanto, las palabras de Pablo VI [4]: "En las apariciones de 13 mayo y junio, la Virgen ofreció a los tres videntes una extraordinaria experiencia mística de la intimidad de Dios y su amor [...]. Ellos quedaron extasiados por Dios y se enamoraron. Francisco exclamó: "Realmente me encantó ver al ángel; pero me gustó más ver a la Virgen. Pero lo que más me gustó fue ver a nuestro Señor en esa luz que nuestra Señora puso en nuestro pecho".

 El Papa Francisco nunca deja de invocar el don de la paz, de condenar el comercio de armas y enfatizar todas las causas posibles del conflicto. Hay noticias inquietantes procedentes del
Lejano Oriente, sobre las cuales Flaminia Giovanelli, subsecretaria del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, informó que la amenaza de estas armas terribles para el Papa representa "el riesgo de suicidio de la humanidad". "Y no decimos que es Dios quien nos castiga; por el contrario, son los hombres que se preparan ellos mismos para el castigo. Dios nos advierte cariñosamente y apela al buen camino, respetando la libertad que nos ha dado; entonces los hombres son responsables" [5].
 
  Grande es la luz que viene de Fátima. Recordar esas apariciones ayuda a entender mejor la presencia providencial de Dios en los acontecimientos humanos y nos invita a mirar hacia el futuro con esperanza, en la confianza de que no será el mal el que tenga la última palabra. De hecho, la Virgen aseguró: "Al final, mi corazón inmaculado triunfará". Esto es de gran importancia para el tiempo que estamos viviendo. Sus llamados también se dirigen a nosotros y a nuestro tiempo porque reflejan a la Iglesia y al mundo moderno los valores eternos del Evangelio. El mensaje de Fátima, de hecho, orienta al corazón del Evangelio y nos indica el camino que lleva al Cielo.
       
 El Padre Kolbe ha donado su vida para conducir el mundo a Dios a través de la Inmaculada y combatir el mal bajo cualquiera forma, convencido de que "el odio divide, separa y destruye, mientras que el amor une, da paz y edifica" [6]. Hoy él confía a cada uno de nosotros este mensaje de vida: "Encended en todas partes el amor y la confianza en María Inmaculada y muy  pronto veréis brotar de los ojos de los pecadores más endurecidos las lágrimas del arrepentimiento, vaciarse las cárceles, aumentar el número de los obreros honestos, mientras la paz y la felicidad destruirán la discordia y el dolor, porque ha llegado una nueva era" [7].

  Al siglo XX, definido como el siglo de las dictaduras inhumanas, la aniquilación de las masas en los campos de concentración o el archipiélago de Gulag, se sustituye el modelo de un
hombre nuevo, con los signos característicos de relacionalidad y solidaridad. Se perfila, así, en nuestro horizonte, la figura de San Maximiliano Kolbe, el mártir que da su vida por el otro. Justo en el lugar donde los hombres se sienten sujetos a la maliciosa voluntad de los demás, transforma la manipulación humana en un espacio de amor. A la dominación se opone la donación neutralizando toda lógica de atropello con el don de la propia vida. El padre Kolbe es el hombre que, confiado a Cristo a través de la Inmaculada, expresa el significado de la cruz de Auschwitz como el sacrificio de Jesús que cambió el significado de la cruz en historia: del lugar de la infamia al lugar del amor más grande.
 
  En el 37 ° Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Mónaco, en 1960, el Arzobispo Nicola Canino - miembro de M.I. - celebra la santa misa y en su homilía destacó: "El Padre Kolbe, a ejemplo de Jesús, que dio la vida por el hermano, nos invita a seguir sus pasos a llevar al mundo a Cristo a través de la Inmaculada". El mismo card. Giulio Dópfner, señaló al ​​mártir de la caridad como el ejemplo a seguir en estas palabras: "Sólo con hombres como el padre Kolbe que viven plenamente su cristianismo hoy podemos acercar y conducir a los hombres perdidos a la casa del Padre, y así a la salvación" [8].
Y Mons. Andrea Casarano, después de la canonización, dirá: "El admirable ejemplo de Padre Kolbe es capaz de sacudir la apatía del siglo, fortalecerá la fe del pueblo católico, reavivará el amor a la Virgen Santísima, clamará a los que están perdidos la belleza del sacerdocio católico, reconducirá a los errantes al seno materno de la Santa Iglesia" [9]. 

  Dejémonos guiar por la luz que viene de Fátima, llenos de asombro y de gratitud por su continua presencia en medio nuestro. Madre nuestra desde siempre, no te canses de visitarnos, de consolarnos, de sostenernos. Tu presencia haga brillar el sol en nuestra oscuridad, para que cada persona vea el rostro de Dios, el rostro del amor infinito por el ser humano.
Angela Esposito, mipk
[1] Reflexión de Benedicto XVI de su peregrinación a Fátima, 13 de mayo 2010.
[2] Idem
[3] José Saraiva Martins, Misa conclusiva del 24° Congreso Mariológico Internacional, Fátima 6-11 setiembre 2016.
[4] Pablo VI, Fátima, 13 de mayo 1967.
[5] Tarcisio Bertone, El mensaje de Fátima, Congregación para la Doctrina de la Fe, p.22, Paolinas, 2000.
[6] Ek 1205[7] EK 1069.[8] Cfr. Por la vida del mundo, p. G. Domanski. P. 135. E. Italiana[9] Litt. Post. P.8.

lunes, 13 de noviembre de 2017

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE NOVIEMBRE 2017

Fátima: la luz de la fe en la hora de las tinieblas 


Fátima nos recuerda, en las apariciones en Loca do Cabeço (entre abril y octubre de 1916) que el Señor, frente a la infidelidad y al pecado del hombre, nos pone cerca a un Ángel que fascina con la luz de su presencia, que conforta, exhorta, reprocha e invita, una vez más a caminar los caminos de Dios. Estas apariciones, narradas por Lucía, vienen clasificadas como “el ciclo angélico”.

El 13 de mayo de 1917 (primera aparición) los tres partorcitos fueron testigos de las apariciones de la Señora “más resplandeciente que el sol” sobre una encina. “Era toda luminosa, emanaba una luz fulgurante; estaban a poco más de un metro y los tres pastores quedaron maravillados al contemplarla, mientras que la Señora habló por primera vez alentándolos: “No tengan miedo, no les haré del mal”. Su vestido hecho de luz y blanco como la nieve, tenía en la cintura un cordón de oro; un velo con encajes de oro le cubría la cabeza y la espalda, y descendía hasta los pies como un vestido...” 

La tercera parte del secreto revelado el 13 de julio en Ciova de Iría-Fátima dice así: “Escribo por obediencia a Ti mi Dios, que me lo mandaste por medio del Obispo de Leiria y de la Santísima Madre... Hemos visto del lado izquierdo de nuestra Señora un poco más alto un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; chispeando, emitía llamas que parecían que iban a incendiar el mundo, pero se apagaban al entrar en contacto con el esplendor que nuestra Señora emanaba de su mano derecha hacia él” 

El Papa Benedicto XVI, en la visita a Fátima en el 2010, la comentó con estas palabras: “La visión muestra que la fuerza que se contrapone al poder de la destrucción es el esplendor de la Madre de Dios”.2 

El 13 de octubre Cova de Iría, estallaba de gente, que asistía al milagro del sol. La Virgen, después de haber dicho “los hombres no deben ofender al Señor que ya es muy ofendido”, “Abrió de nuevo las manos y lanzó un rayo de luz en dirección del sol mientras ella se elevaba hacia el cielo...” 

El elemento de la luz y del sol es muy claro en las descripciones que nos dejó la Hna. Lucía en sus Memorias. Siempre, cuando María desciende sobre la tierra, está acompañada de la luminosidad ultraterrena que los niños no están en grado de describir. Tienen la sensación que esa luz resplandeciente venga de Dios, que es la luz de la presencia de Dios. 

“Una experiencia de gracia que los hizo enamorar de Dios en Jesús, al punto que Jacinta exclamaba: “¡Me gusta tanto decirle a Jesús que lo amo! Cuando se lo digo muchas veces, me parece de sentir un fuego en el pecho, pero no me quemo”. Y Francisco decía: “Lo que me gustó más de todo, fue ver a Jesús en aquella luz que nuestra Madre nos puso en el pecho. ¡Quiero mucho a Dios!”. Con corazón agradecido y maravillado san Juan Pablo II exclama: “Estamos bien aquí, en la casa de María... Esta enorme multitud de peregrinos con las velas de la fe encendidas y el rosario entre las manos me confirma que estoy en Fátima, en el Santuario de la Madre de Dios y de los hombres y mujeres... Viva siempre en nuestros corazones Jesucristo, como haz de luz que indica el camino hacia la tierra prometida...”3 

María, trajo a la humanidad la luz del mundo-Cristo. Así ahora viene a nosotros como la estrella que indica a la humanidad el camino de regreso a Dios. La acogida de la Palabra en la propia vida es el presupuesto fundamental para ser verdaderos testimonios de Cristo: “Ustedes son la luz del mundo... Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.”4 

Cuando seguimos como única regla la vida del amor, entonces somos luz para los que nos traten. Cuando dos personas sobre la tierra se aman, se convierten en luz en la oscuridad, lámpara para pasos de muchos. Quien ilumina a otro, se ilumina a si mismo. Como dice el profeta Isaías: “tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como al mediodía” (58, 10): todo el día está envuelto de la luz que que se extiende en todas las direcciones allá, donde el corazón humano se expresa siempre sin doblez, sin interés personal. 

San Maximiliano Kolbe con su vida y con su obrar ejercitó una influencia fundamental en el desarrollo de la civilización del amor. En la atormentada historia de la humanidad es como un “astro luminoso”, una luz para nuestro camino. Maximiliano es luz para quién se acerca, porque cree que el bien es posible también en una situación que parezca lo contrario. “Su muerte significó la salvación de miles… Y mientras vivamos, nosotros, los que estuvimos en Auschwitz, inclinaremos nuestras cabezas…, como en ese tiempo inclinamos las cabezas ante el búnker de la muerte por hambre. Eso fue un shock lleno de optimismo, que nos regeneró y confortó. Fuimos impactados por ese acto, que se convirtió para nosotros en una poderosa explosión de luz en la oscura noche del campo...”5 

“¿Cómo no mencionar la imagen luminosa para nuestra generación del ejemplo del bienaventurado Maximiliano Kolbe, discípulo genuino de San Francisco? En medio de las más trágicas pruebas que ensangrentaron nuestra época, él se ofrece voluntariamente a la muerte para salvar a un hermano desconocido; y los testigos nos cuentan que su paz interior, su serenidad y su alegría convirtieron de alguna manera aquel lugar de sufrimiento, que era como una imagen del infierno para sus pobres compañeros y para él mismo, en la antesala de la vida eterna.”6 

Benedicto XVI, en ocasión de la visita a la parroquia dedicada a san Maximiliano 7, afirmó: “¡En qué gran luz se convirtió él! ¡Cuánta luz salió de esta figura que dio coraje y motivó a los otros a entregarse, a estar cerca a los que sufren, a los que son oprimidos!”. 

Sí, la vida de san Maximiliano fue una caricia de Dios para todas las personas en dificultad que encontró en su camino.

María, tú que vienes del cielo y entras en las noches del mundo, tú que habitas en medio de los inviernos de los corazones, tú que sales a nuestro encuentro como una esplendor, muéstranos la luz de Cristo para que cada uno de nosotros pueda decir: Tú eres mi Señor y mi Dios. 

Angela Esposito MIPK

1 Juan Pablo II, Santuario de Fátima 1991.
2 Memoria de Hna. Lucía, l, 42 y 126 (Benedicto XVI 2010).
3 San Juan Pablo II, Fatima, 10 mayo 1991.
4 Papa Francisco
5 Patricia Trecce, Maximiliano Kolbe, Un hombre para los demás. II ed. pag. 223-224.
6 Pablo VI, Gaudete in Domino. AAS (1975). N° 41 
7 Roma, 12.12.2010.


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EXPOCARISMA EN LA ARQUIDIÓCESIS DE SANTA CRUZ..

JORNADA DE EVANGELIZACIÓN EN MONTERO

jueves, 14 de septiembre de 2017

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE SEPTIEMBRE 2017



100 años de Fátima, 100 años de misión





Uno de los lugares más queridos por los peregrinos en Fátima es la “Loca do cabeço”, a pocos kilómetros de Aljustrel, fracción que comprende la casa de los pastorcitos. En este lugar un ángel se aparece a los tres pequeños videntes en la primavera y en el otoño de 1916, introduciéndolos en una inesperada “aventura” de sufrimiento y de gracia.
Ya ha pasado un siglo de este acontecimiento y sin embargo el mensaje celeste y la “resonancia” que provocó en el corazón de los niños continúan iluminando la Iglesia. Desde la primera e inesperada cita se les propone a ellos el camino de la oración y de la adoración, sugerido de la actitud y de las palabras del ángel, que los introduce en el misterio trinitario. Así, los tres pastorcitos fueron “iniciados” en la lógica de Dios. El cielo penetró gradualmente en sus vidas cotidiana, elevando sus deseos y embelleciendo cada cosa de luz. Esos tres niños con su sí generoso y simple, se convirtieron en luz y ejemplo de vida y de santidad para toda la Iglesia. En el centenario de aquellas manifestaciones celestes, estamos invitados a recuperar la “mirada del Espíritu” sobre nuestra existencia. Es el Cielo que determina la lectura correcta de la realidad, es el Cielo que nos ayuda a caminar bien sobre la tierra. La fuerza que nos mueve no viene de nosotros, sino es Gracia: es rocío sobrenatural que fortalece nuestras acciones, nuestra vida, nuestras relaciones humanas y las santifica, haciéndonos apóstoles de perdón, de esperanza y de caridad sincera.
“El mensaje de Fátima nos pide de rezar y rezar intensamente. Rezar por la paz es un llamado esencial del mensaje y el modo mejor para hacerlo es a través de la meditación y el rosario”[1].
¿Por qué no la misa diaria? La pregunta fue hecha a Hna. Lucía. Ha subrayado que no todos pueden ir todos los días a misa, pero el rosario todos lo pueden llevar siempre consigo.

La oración del rosario, en el mensaje de Fátima, es la más pedida. La Virgen María pidió de rezar el rosario en sus seis apariciones. “Recen el rosario todos los días”. Ninguna otra devoción en la Iglesia fue más recomendada como esta por los Papas, porque el rosario orienta al corazón del Evangelio y nos indica el camino que lleva al cielo. “Cada vez que nosotros rezamos el rosario, contemplando los misterios, nos encontramos en íntima comunión de pensamiento y de sentimiento con las enseñanzas y la vida de Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María. El rosario, nos introduce de modo natural en la vida de Cristo y nos hace como 'respirar' sus sentimientos; nos empuja a formar con Él una vida de comunión plena…”[2] La meditación de los misterios, así, nos estimula a seguir el camino de Jesús y de su Madre, hace nacer en nosotros el amor por el Redentor y por cada persona que está a nuestro lado, incluso nuestro enemigo. “Si Jesús es tu maestro, esto es lo que te enseña: ama a tu enemigo y abrázalo como un amigo”[3].

Es en la oración que se transforma el enemigo en amigo, es en la oración, zarza ardiente, donde Dios, nuestro Padre, nos llama a contemplar la compasión que arde en su corazón por
Moisés y por cada uno de nosotros. En la oración, potencia de amor, cambia la suerte de un pueblo y de cada vida.
“Nota característica del mensaje de Fátima es que nos pone en el centro de las preocupaciones mundiales y de los trágicos hechos del siglo pasado…” El 13 de mayo de 1981 fue el
atentado en la Plaza San Pedro contra el Papa, san Juan Pablo II, que estuvo totalmente convencido de haber estado protegido de una mano materna: “Una mano, la del asesino, había disparado y otra mano la había desviado”. Esto demuestra que no existe un destino inmutable y la fe y la oración son más potentes que las divisiones. Fe y oración pueden cambiar la historia del mundo y nuestra historia personal. Esa bala, ahora, forma parte de la corona que está en la cabeza de la estatua de la Virgen de Fátima.
En la Escritura vemos como Dios continuamente escucha el grito del pobre, del débil, del indefenso que invoca su ayuda. “Este pobre hombre invocó al Señor: él lo escuchó y los salvó de sus angustias” (Sal 34,7). El Señor escucha y responde mientras el pobre grita; antes que él haya terminado la oración Dios escucha y responde. Solo es necesario confiar y esperar; el Señor llegará y nos socorrerá.

Maximiliano Kolbe sintió profundamente la verdad de estas palabras y nos dejó una gran riqueza en sus escritos sobre la oración, en los cuales leemos que “la oración es un medio desconocido, y sin embargo el más eficaz para restablecer la paz en las almas, para proporcionarles la felicidad, ya que sirve para acercarlas al amor de Dios. La oración hace renacer el
mundo. La oración es la condición indispensable para la regeneración y la vida de cada alma. Oremos también nosotros, oremos bien, oremos mucho, tanto con los labios como con el pensamiento…  y nuestros defectos se debilitarán. En la medida en que ardamos cada vez más de amor divino, podremos inflamar de un amor semejante también a los demás…” [4]

Una de las oraciones que él más amaba es la oración del rosario, decía “un modo sabio de enseñarnos cómo debemos profundizar los misterios de Jesús, desde su venida al mundo hasta la coronación como Reina del cielo de Aquella que fue su Madre. Pues bien, si deseamos elevarnos hasta llegar a conocerla a Ella y a enamorarnos de Jesús, debemos detenernos a
meditar estos misterios en unión con Ella, susurrando y repitiendo incesantemente el “Ave María”[5]. Otro escrito precisa que “es para niños y grandes, para las personas simples y cultas. También los incrédulos pueden rezar el rosario... y pueden impetrar para sí mismos la gracia de la verdad perfecta y de la fe[6]. “Con el rosario atraemos sobre nosotros y nuestra familia grandes bendiciones de Dios”[7].

El rezo del santo rosario nos acompañe cada día para recibir todos juntos la invitación de María: “Yo soy la Virgen del Rosario: continúen con el rezo del rosario por la salvación de la humanidad y la paz del mundo”. Con el Papa Francisco cada uno de nosotros pueda decir: “el rosario es la oración que acompaña siempre mi vida”.

Angela Esposito, mipk


[1] Cardenal portugués José Saravia Martins en su discurso de inauguración del 24° Congreso Mariano Internacional, 8 de setiembre de 2016.
[2]  Cfr. Juan Pablo II, Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae. N° 15 .
[3] Giacomo di Sarug, Cantico dell’amore, Bose-Magnano 1991, 15-16.
[4] EK 903
[5] EK 1297
[6] Cfr. EK 1171
[7] EK 1267

domingo, 13 de agosto de 2017

JORNADA KOLBIANA - COCHABAMBA


"La Celda del amor, siempre abierta" - 14 de agosto 2017

Donarse a la Inmaculada

Como ya vimos en la reflexión anterior, el Padre Kolbe, más allá de los términos que usa para indicar su disponibilidad hacia la Inmaculada, el concepto de fondo que expresa es la del don, don total. El padre Maximiliano entiende hacer de la vida un don total para dejarse transformar en Ella, para convertirse en Ella (cfr. EK 508) y con ella sumergirse en el amor de Dios. Para el Padre Kolbe es necesario entregarse a la Inmaculada totalmente, hasta el ofrecimiento de la misma vida. Pero no basta el propio ofrecimiento personal, porque el Reino de Dios cada día es atacado: “Son tantas las personas que todavía no conocen a la Virgen, no conocen al Señor Jesús. ¿Qué hacer? Necesitamos unirnos también en la acción”. Así nace la MI (milicia de la Inmaculada): una respuesta de bien al mal difundido en el mundo. Y he aquí Niepokalanów: “Es necesario trabajar juntos, unidos, ordenados, en armonía de mente y de ideal; todo esto junto hace que nuestro trabajo sea seguro, fácil, fructuoso1 . Lo que cuenta para el padre Kolbe es que quien pertenece a su movimiento exprese con claridad y sin reservas su total e irrevocable pertenencia a la Inmaculada. 

La entrega de sí en las manos de María no aparece en san Maximiliano una realidad estática, sino dinámica (cfr. EK 326). Quiere pertenecer totalmente a la Inmaculada para ser todo de Jesús: dejarse transformar en Ella, convertirse en Ella porque solo “entonces las almas amarán al Ssmo. Corazón de Jesús, como nunca hasta aquel momento lo habían amado, ya que como ella se sumergirán, como nunca lo habían hecho, en los misterios del amor: la cruz, la Eucaristía. El amor de Dios inflamará, a través de ella, al mundo, lo quemará y se realizará la “asunción” de las almas mediante el amor”. (EK 991 Q) 

No se trata, por lo tanto, de una devoción genérica a la Madre de Dios, ni de una imitación saltuaria de sus virtudes y menos de un estar seguros, tranquilos, como niños en sus brazos maternos. Para el Padre Kolbe el acto de ofrecimiento a la Inmaculada es una peregrinación de fe con aquella que nos precede y nos guía; es dinamismo de lucha al pecado, a la mediocridad, a la tibieza; es vencer con la Inmaculada la oscura fascinación del mal y vivir la plenitud del amor. Es una auténtica espiritualidad, vivida no de una manera desencarnada, sino como fuerza detonante que puede transformarnos a nosotros mismos, el ambiente y el mundo según el proyecto originario de Dios. “En el vientre de María el alma debe renacer según la forma de Jesucristo. En su regazo el alma debe aprender a conocer y amar a Jesús. Del corazón de María debe tomar el amor a Él, más aún, amarlo con su corazón hasta llegar a ser semejantes a Él”. (EK 1295). 

Esta espiritualidad mira decididamente hacia lo alto: “El único deseo de la Inmaculada es elevar el nivel de nuestra vida espiritual hasta las cimas de la santidad” (EK 1220); pero por otra parte es una especie de llano inclinado que desciende para verter el amor recibido y rebosante en los corazones de los hermanos. El fuego del amor de Dios arde en el corazón del padre Kolbe: es un fuego que quema y no se puede contener porque quema de amor, de aquel amor que Dios ha 1 Cf. SK 962. 2 derramado en él y que él a su vez lo derramó sobre la humanidad herida, sobre cada persona que encuentra a lo largo de su vida. 

Hoy el padre Maximiliano invita a cada uno de nosotros a recibir a María en nuestra vida, a entregarnos a su Corazón Inmaculado, y lo hace con estas palabras: “Mira a tu madre, tiene los ojos fijos en Ella para ser como Ella, para ser Ella misma quien hable, reciba, ofrezca y se done porque el hombre se convierte en lo que contempla, se convierte en lo que ama” (Cfr. EK 1210). “Reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados, dice san Pablo, a su propia imagen”. (2Cor 3,18). 

La Madre transforma a quien la recibe en su vida, de quien no aleja la mirada de Ella. Una vez transformados, también nosotros seremos presencia de luz y presencia de paz en un mundo herido por egoísmos, donde no hay lugar para la esperanza y el amor. En este mundo estamos llamados a ser reflejo de transparencia, de gratuidad, de altruismo. El mundo de hoy, necesita de la luz del Evangelio, de una Madre que nos recuerde, a nosotros sus hijos, de confiar en su corazón Inmaculado para dar una respuesta de bien al mal presente en el mundo. 

También el Papa Francisco, como el padre Kolbe, nos guía en la misma dirección: después de haber subrayado que: “el encuentro con la Virgen fue, para los pastorcitos, una experiencia de gracia que les hizo enamorarse de Jesús, invitaba a los sacerdotes del Pontificio Colegio Portugués a no tener otro objetivo más que esté: conocer y amar a Cristo —como diría el apóstol Pablo— intentando adaptarse cada vez más a Él hasta el don total de sí mismo y en esto la devoción a la Virgen nos ayuda a saborear a Dios como la realidad más bonita de la existencia humana. Mírenla a Ella y déjense mirar por Ella, porque es Madre y nos ama mucho; déjense mirar por Ella, para aprender a ser más humildes y también más valientes en el seguir la Palabra de Dios; para acoger el abrazo de su Hijo Jesús y, fuertes de esta amistad, amar a cada persona según el ejemplo y la medida del Corazón de Cristo”. 2 

Que el recibir a María nos oriente en el seguimiento de Jesús para conocer las profundidades de su Corazón, del corazón de la ternura y de la misericordia. Podremos así experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y dona esperanza; nosotros, a su vez, perdonados, perdonamos. Un testimonio: San Juan Pablo II escribió a Alí Agca, al que le disparó, después del atentado: “Ni siquiera un episodio como el del 13 de mayo puede abrir un abismo entre vos y yo”. 

Nosotros, confiados al corazón inmaculado de María, teniendo delante la cara de quien nos hace sufrir, digamos: “Ni siquiera un episodio como el de ese día en que me hiciste sufrir, puede abrir un abismo entre vos y yo”. 

Angela Esposito MIPK


www.kolbemission.org


jueves, 22 de junio de 2017

II FESTIVAL DE DANZAS SOLIDARIAS




Para mayor informaciones o reservar entradas pueden comunicarse con:
Tel. 4-4721488 Misioneras de la Inmaculada P. Kolbe
Cel. 674-45484 - Ermelinda Sergolini
Cel. 797-86885 Wilma Solíz
E-mail: kolbecbba@yahoo.com


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martes, 13 de junio de 2017

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA, 14 DE JUNIO DE 2017

¡Tenemos una Madre! ¿Qué Madre?


“En el Evangelio, comienza el Papa Francisco, hemos escuchado cómo Jesús le dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,27). Tenemos una Madre, una «Señora muy bella», comentaban entre ellos los videntes de Fátima mientras regresaban a casa, en aquel bendito 13 de mayo de hace cien años[1].

“¡Tenemos una Madre!”. Sí, tenemos una Madre, repetía con el corazón de hijo enamorado Maximiliano Kolbe cuando escribía: “… ¿Qué podrías darme todavía, oh Dios, después de haberte ofrecido con toda tu Persona a mí? Tu Corazón, ardiente de amor hacia mí, te sugirió otro don más... Tú nos has ordenado de hacernos como niños si queremos entrar en el reino de los cielos. Tú sabes bien que un niño necesita una madre… Tu bondad y tu misericordia han creado para nosotros una Madre, personificación de tu bondad y misericordia infinitos y desde la Cruz nos la diste y nos entregaste a Ella como hijos” (EK 1145).

Al final de la existencia terrena de Jesús, María recibe del Hijo muriente la entrega de la maternidad espiritual en el “discípulo amado”[2], imagen de cada discípulo que “la recibió en su casa” (Jn 19, 27B). Con san Maximiliano nos acercamos al Calvario para volver a escuchar la Palabra de Jesús. 

V. 25: “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre…”.

El Evangelio nos dice que estaba junto a la cruz de Jesús María, su madre. “María estaba”.

“Estaba” es el mismo verbo que Juan usa para decir que “el Verbo estaba junto a Dios y el verbo era Dios”. Entonces, cuando Juan dice: “María está junto a la cruz”, quiere hablarnos de esta gran realidad: “María está” en un modo tal junto a la cruz que ella es un todo con el dolor del Hijo. María está junto a la cruz en una actitud de configuración con el Hijo crucificado. María está junto a la cruz en una actitud de ofrecimiento, no de aniquilamiento, no está replegada sobre sí misma. María se está ofreciendo con Jesús por la salvación del mundo. Un padre antiguo, Melitón de Sardi, llama a María con una imagen bellísima: “la pura cordera”. Ella es la pura cordera y se está ofreciendo junto al Cordero Jesús. El Cordero Jesús se ofrece por la salvación del mundo y ella, la madre, la Cordera, se ofrece junto con el Hijo.

“Estaban”: el verbo está en imperfecto e indica la presencia prolongada junto al lugar de la cruz. Es decir que María se ofrece con el Hijo por la salvación del mundo no solamente una vez, sino continuamente, todos los días, en todos los tiempos. Se hace cargo de todos nosotros. ¡Siempre! Nos hace sentir su presencia materna para que se despierte en nosotros la presencia escondida de Dios para no dejarnos engañar por falsos egoísmos, del miedo de las personas, de la indiferencia y del oportunismo. La Virgen aparece en Fátima en un tiempo preciso, al inicio del siglo XX, que Juan Pablo II lo llamó “siglo de las ideologías del mal”. María está junto a la cruz de Jesús. María está junto a la cruz de todos los crucificados de la historia humana.

La presencia de María junto a la cruz es la presencia más radical del amor. Por esto el “estaba” de María junto a la cruz es el estaba del amor que se supera a sí mismo. “María vive junto a la cruz de Jesús porque, dice el cardenal Martini, intuye la fecundidad de todo lo que está pasando, el sentido de su sufrir es la generación de un pueblo creyente”. Jesús, antes de morir, da vida a una comunidad con el discípulo amado y con María en el centro. María está en el centro de este grupo en camino que, en el curso de los siglos, emprende su viaje tras los pasos de Jesús. 

Por lo tanto la comunidad que nace en el Calvario, es una comunidad que nace de la cruz. Somos una comunidad de Iglesia, una comunidad de parroquia, una comunidad de familia. Somos una comunidad que nació de la cruz. Una comunidad es tal por haber mirado largamente el crucificado y por haber escuchado sus últimas palabras como testamento: 

«Mujer, aquí tienes a tu hijo»… «Aquí tienes a tu madre». (vv. 26-27).

Las últimas palabras de Jesús nos recuerdan la fórmula de la alianza: “Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios” (Ez 36, 28). Nos recuerdan la fórmula del amor: ¡Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado…! (Ct 2, 16).

“Aquí tienes a tu hijo… Aquí tienes a tu madre” son palabras de pertenencia recíproca. El discípulo amado pertenece a María y María al discípulo. Juntos pertenecen al Señor Jesús, crucificado por amor.

“Aquí tienes a tu hijo… Aquí tienes a tu madre” son palabras “constitutivas”, hacen lo que dicen y el hijo es confiado a la madre y la madre al hijo.

“Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa” (19, 27b). En la casa de su corazón, de su mundo interior. “La recibe en su ambiente”[3]. “Desde aquel momento” significa la hora de Jesús[4]. Como fruto de la hora de máxima donación, Jesús dona a su madre.

“Aquí tienes a tu hijo… Aquí tienes a tu madre”: Una palabra que el Señor Jesús, en el curso de los siglos, continúa a repetir al “discípulo que ama” y el padre Kolbe acoge a la Madre en su vida. Quiere conformarse a la Inmaculada hasta transformarse en Ella, hasta “permitir que ella tome posesión de nuestro corazón y de todo nuestro ser, que Ella viva y obre en nosotros y por medio de nosotros, que Ella misma ame a Dios con nuestro corazón. Pertenecerle a Ella sin restricción alguna”[5]. A la madre san Maximiliano se entrega totalmente y por ella es capaz de ser transformado según el corazón de su Hijo Jesús. 


Angela Esposito MIPK



[1] http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2017/documents/papa-francesco_20170513_omelia-pellegrinaggio-fatima.html

[2] Jesús ama a todos, pero el discípulo amado que él ama es el discípulo que acepta en plenitud el amor del Maestro y es el “modelo” de todos los discípulos.

[3] UGo Vanni, sj., Curso del Evangelio de Juan, año académico 2000-2001, Roma. Pag.80. Puede significar también la propia casa, pero del contexto es el ambiente.

[4] Idem

[5] EK 1210

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sábado, 13 de mayo de 2017

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA, 14 DE MAYO 2017

María llama, los Papas responden


En la aparición del 13 de julio de 1917 la Virgen, en Fátima, pidió expresamente la consagración de Rusia a Su Corazón Inmaculado.
En los años sucesivos algunos Papas respondieron a este llamado de la Virgen.

En 1938 Pío XII consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María: “A Vosotros, a Su Corazón Inmaculado nosotros, en esta hora trágica de la historia humana, confiamos, volvemos a poner, consagramos, no sólo la Santa Iglesia, sino también todo el mundo torturado por feroces discordias”.

En 1952, mientras la guerra de Corea estaba en su apogeo, repitió la consagración del mundo y de Rusia al Corazón Inmaculado de María.

Pablo VI, peregrinó a Fátima el 13 de mayo de 1967, invitó a “todos los hijos de la Iglesia a renovar personalmente la propia consagración al Corazón Inmaculado de la Madre de la Iglesia y a vivir este noble acto de culto con una vida más conforme a la Voluntad de Dios”.

Juan Pablo II, internado en el policlínico Gemelli, reflexionando sobre el atentado acaecido el 13 de mayo de 1981, comprendió que aquel acontecimiento estaba relacionado con Fátima y se convenció que “una mano, la del agresor, había disparado y otra mano había desviado la bala”. Quiere tomar la visión del tercer secreto de Fátima y pensó enseguida en la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. El mismo hizo una oración que lo llamó “Acto de ofrecimiento”, de celebrarse en la Basílica de Santa María Mayor, en Roma, el 7 de junio de 1981.[1]

En ocasión de su visita a Fátima, el 13 de mayo de 1982, dijo: “Consagrar el mundo al Corazón Inmaculado de María, significa aproximarnos (acercarnos), mediante la intercesión de la Madre, a la propia Fuente de Vida, nacida en el Gólgota… significa volver de nuevo junto a la Cruz del Hijo. Pero quiere decir, además: consagrar este mundo al Corazón traspasado del Salvador, reconduciéndolo a la propia fuente de Redención… Consagrarse al Corazón de María quiere decir llegar a Jesús por el camino más breve, al Hijo a través de la Madre, para poder vivir con Él una experiencia personal de amistad y de amor. 

El 25 de marzo de 1984, en la Plaza San Pedro, el Papa, en unión espiritual con todos los obispos del mundo convocados precedentemente, confió nuevamente al Corazón Inmaculado de María a toda la humanidad y a todos los pueblos. Este acto solemne y universal de consagración fue considerado por Sor Lucía, en una carta del 8 de noviembre de 1989, correspondiente al querer de Nuestra Señora.

Benedicto XVI, el 13 de mayo del 2010, aniversario de la primera aparición, había confiado el mundo a María. Hizo esta espléndida reflexión:

“Con la familia humana lista a sacrificar sus lazos más santos sobre el altar de mezquinos egoísmos de nación, raza, ideología, grupo, individuo, ha venido del Cielo nuestra Madre bendita ofreciéndose para trasplantar en el corazón de todos los que se lo encomiendan el Amor de Dios que arde en el suyo."

En la oración de ofrecimiento de los sacerdotes reza así: “Madre de la Iglesia, nosotros, sacerdotes, queremos ser pastores que no se apacientan así mismos, sino que se entregan a Dios por los hermanos, encontrando la felicidad en esto. Queremos cada día repetir humildemente no sólo de palabra sino con la vida, nuestro “aquí estoy”…[2]

El Papa Francisco abrió solemnemente, el 12 de octubre de 2013, la Jornada mariana en la plaza San Pedro, delante de la estatua de la Virgen, venida de Fátima, con estas palabras:

“Queridos hermanos y hermanas, este encuentro del Año de la Fe está dedicado a María, la Madre de Cristo y de la Iglesia, Madre nuestra. Su estatua, venida de Fátima, nos ayuda a sentir su presencia en medio a nosotros. Es una realidad: María siempre nos lleva a Jesús. Es una mujer de fe, una verdadera creyente…”[3]

Dirigiéndose a la Virgen concluye: “Acoge con benevolencia de Madre el acto de ofrecimiento que hoy hacemos con confianza, delante a esta imagen tan querida por todos nosotros”.

¿Por qué la Virgen pide de confiarnos a su Corazón Inmaculado? Su corazón, bajo el cual llevó al Hijo de Dios, es el símbolo y el signo del amor total, su ejemplo del amor de Cristo.

María nos pide de consagrarnos a su Corazón Inmaculado porque en él está sólo Dios y su Palabra como podemos constatar en el Magníficat, que es un mosaico de textos extraídos del Antiguo Testamento[4]. Ningún versículo es original. Los textos son múltiples, pero no son tomados por casualidad. Lo que podría ser considerado un límite, en el sentido que María no dice palabras suyas, se convierte en una propuesta para nosotros: María reza y canta con las palabras de Dios! El canto del magníficat revela la gran familiaridad de la madre de Jesús con la Escritura.

Cuando una persona habla, dice lo que lleva en el corazón, así cuando María habla no presenta argumentaciones de fe, ni intelectualismos inútiles, sino que cuenta su experiencia con Dios, lo que Dios hizo en su vida y en la vida de su pueblo[5].

Nos confiamos a su Corazón para decir nuevamente nuestro “Aquí estoy” y poder dirigirnos a la Madre con estas palabras:

“María, tú que estás toda inmersa en Dios, invoca de Dios, para nosotros, un corazón completamente renovado, que ame a Dios con todas sus propias fuerzas y sirva a la humanidad como hiciste Tú”.

Dejémonos guiar por María.

Su Corazón Inmaculado sea nuestro refugio y el camino que nos conduce a Cristo.


Angela Esposito MIPK


[1] Solemnidad de Pentecostés, día elegido para recordar el 1600° aniversario del primer Concilio Costantinopolitano y el 1550° aniversario del Concilio de Éfeso.
[2] Acto de Consagración, Fátima 13 de mayo 2010
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/prayers/documents/hf_ben-xvi_20100512_affidamento-fatima.html
[3] El evento, hace parte del Año de la Fe, coincide con la última aparición en Fátima, el 13 de octubre de 1917.
[4] Cfr. 1 Sam 2,1-10 ; Ez 15,1ss. Y muchos otros.
[5] En este tema es significativa la reflexión que Benedicto XVI nos ofrece en la exhortación apostólica postsinodal “Verbum Domini”, n° 28.

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viernes, 14 de abril de 2017

Vía Crucis - Viernes Santo

Celebración de la Última Cena - Jueves Santo

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE ABRIL 2017

María desciende a las noches del mundo




Seguimos nuestro camino en los senderos de los dos centenarios (Fátima y la Milicia de la Inmaculada) con una reflexión sobre el Corazón Inmaculado de María.

“A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia... Su función no es la de... “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia… Un mensaje así puede ser una ayuda válida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el momento presente; por eso no se debe descartar. Es una ayuda que se ofrece, pero no es obligatorio hacer uso de la misma”.[1]

“El Hijo de Dios es la única y definitiva Palabra del Padre. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer cosa otra alguna o novedad » (San Juan de la Cruz, n. 65, Subida al Monte Carmelo, 2, 22).[2]

Recibamos el consejo sabio de San Juan de la Cruz y encaminémonos sobre el camino del Evangelio. 

Santa Teresa del Niño Jesús había acogido con intuición profética lo que caracteriza verdaderamente a la Virgen María de Nazareth y su peregrinación en la fe: “No sería necesario decir de ella cosas inverosímiles o de que no se tienen certezas. Un discurso sobre la santa Virgen para ser fructuoso debe mostrar su vida real, la que el Evangelio hace entrever…”[3]

Nos ponemos así en escucha del Evangelio de la Anunciación. El anuncio a María es una evangelización para ella y para todos nosotros. 

“En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 
a una virgen»… El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo»… «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?»… «El Espíritu Santo descenderá sobre ti»… «Yo soy la servidora del Señor…».[4]

“El Ángel entró en su casa”, en un día cualquiera, en un barrio de mala fama, Nazareth[5], en una casucha en la periferia del pueblo, a una joven normal con un poco más de 12 años. Dios se manifiesta a María, a diferencia de Zacarías[6], no con visiones, sino haciendo una irrupción en su casa, en su vida. 

“Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí…”. “Que se cumpla en mí” es una forma optativa del verbo griego e indica un deseo intenso; esto significa que María pronuncia su sí con todo el corazón, se hace vientre para el Hijo de Dios, enseñándonos que la verdadera devoción es tener a Dios adentro, llevarlo en nuestro ser, siendo portadores de vida. 

“María embarazada de Dios, en camino sobre los montes de Judea, es la imagen más potente que el Evangelio nos da sobre el sentido y el fin de nuestra vida. Es una metáfora prodigiosa. Estar “embarazados de Dios”, embarazados de luz, significa vivir en su Presencia. No es que siempre piense en Dos, está ya dentro mío, como un hijo en la madre” (Marina Marconi). Y Meister Eckhart escribe que “todos estamos llamados a ser madres de Dios, porque Dios tiene siempre necesidad de venir al mundo”.

La primera aparición de María, entonces, la encontramos en el Evangelio.

Cuando ella se aparece, lo hace solo para abrirnos el Evangelio que nosotros obstinadamente y tontamente intentamos de cerrar. Benedicto XVI[7] dirá: “La Virgen María bajó del cielo para recordarnos verdades del evangelio que son una fuente de esperanza para una humanidad, fría de amor y sin esperanza de salvación”.

María, por lo tanto, se inclina sobre la humanidad para socorrerla. A este punto nosotros entramos, en punta de pie, junto con el Card. Joseph Ratzinger[8] en el corazón del mensaje de Fátima: 

“La primera y segunda parte del secreto de Fátima han sido ya discutidas tan ampliamente por la literatura especializada que ya no hay que ilustrarlas más. Quisiera sólo llamar la atención brevemente sobre el punto más significativo. Los niños han experimentado durante un instante terrible una visión del infierno. Han visto la caída de las «almas de los pobres pecadores». Y se les dice por qué se les ha hecho pasar por ese momento: para «salvarlas», para mostrar un camino de salvación. Viene así a la mente la frase de la Primera Carta de Pedro: «meta de vuestra fe es la salvación de las almas» (1,9). Para este objetivo se indica como camino la devoción al Corazón Inmaculado de María. Para entender esto puede ser suficiente aquí una breve indicación. «Corazón» significa en el lenguaje de la Biblia el centro de la existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento y sensibilidad, en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior. El «corazón inmaculado » es, según Mt 5,8, un corazón que a partir de Dios ha alcanzado una perfecta unidad interior y, por lo tanto, «ve a Dios».[9]

Dios puso en María su corazón.

El Card. Ratzinger, continúa desarrollando el mismo pensamiento. “Quisiera al final volver aún sobre otra palabra clave del «secreto», que con razón se ha hecho famosa: «mi Corazón Inmaculado triunfará». ¿Qué quiere decir esto? Que el corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y que cualquier tipo de arma. El fíat de María, la palabra de su corazón, ha cambiado la historia del mundo, porque ella ha introducido en el mundo al Salvador, porque gracias a este «sí» Dios pudo hacerse hombre en nuestro mundo y así permanece ahora y para siempre. El maligno tiene poder en este mundo, lo vemos y lo experimentamos continuamente; él tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo tiene un corazón humano y de ese modo ha dirigido la libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios, la libertad hacia el mal ya no tiene la última palabra. Desde aquel momento cobran todo su valor las palabras de Jesús: «En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). El mensaje de Fátima nos invita a confiar en esta promesa.[10]

“Lo que sucedió en Fátima aquel 13 de mayo de 1917 cambió la historia, nos mostró el camino para recorrer y reencontrar la esperanza, fue ese mismo acontecimiento el motivo y la fuente de esperanza a través de la extraordinaria promesa de María: “Al final mi corazón inmaculado triunfará”. 

Angela Esposito MIPK


[1] “El Mensaje de Fátima”, congregación para la Doctrina de la Fe”. http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20000626_message-fatima_sp.html
[2] Ib. http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20000626_message-fatima_sp.html
[3] Novissima Verba, Lisieux 1926,pp.154-158.
[4] Lc 1,26-38.
[5] Cfr. Jn 1,46.
[6] Lc 1,11.
[7] Discurso del Santo Padre Benedicto XVI Aeropuerto internacional de Lisboa Martes 11 de mayo de 2010 w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2010/may/documents/hf_ben-xvi_spe_20100511_accoglienza-ufficiale.html
[8] Perfecto de la Congregación para la Doctrina de la fe (1981-2005)
[9] El Mensaje de Fátima, Congregación para la Doctrina de la Fe (1981-2005) http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20000626_message-fatima_sp.html
[10] Ib. http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20000626_message-fatima_sp.html


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lunes, 13 de marzo de 2017

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE MARZO 2017

Con este mes cerramos el ciclo de las reflexiones mensuales 
“Padre Kolbe y las obras de misericordia corporales y espirituales”.




Ahora nos queda abrir en la cotidianidad de nuestra vida la verdadera “Puerta Santa”: aquella del corazón, de modo de ser nosotros la puerta abierta dejando que el Señor entre, tome posesión plenamente de nuestra vida y transforme los lugares del mundo donde testimoniamos Su Palabra.

Él no termina nunca de sorprendernos con el don de su gracia: este año celebramos el centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima, por lo cual el 27 de noviembre pasado se inauguró un año jubilar que terminará con la visita del Papa del 12-13 de mayo de 2017 (aniversario de la primera aparición)

La Milicia de la Inmaculada celebra otro centenario: el de su fundación de parte de San Maximiliano Kolbe (16 de octubre de 1917); los dos acontecimientos se entrelazan entre ellos aunque no existen pruebas directas de influjo reciproco, Kolbe, de hecho, no menciona nunca en sus Escritos las apariciones a los tres pastorcitos portugueses, y del mismo modo, la Hermana Lucía, en sus Memorias, nunca habla del franciscano polaco.

Pero se pueden individualizar numerosos puntos en común de las dos experiencias, y justamente este será el tema de nuestras reflexiones mensuales, por lo cual se abre un nuevo ciclo y como siempre, la Palabra será el inicio de todo.

San Juan, en el Apocalipsis, describe un signo particular: “Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza”[1]. La expresión “vestida de sol” podría significar “vestida de Cristo”, es decir, indicar su total pertenencia a Cristo.

El beato Pablo VI, el 13 de mayo de 1967, en el cincuentenario de la primera aparición de la Madre de Dios en Fátima, ha donado a la Iglesia universal la Exhortación Apostólica “Signum magnum”, es decir el Signo grandioso. Aquí sus palabras:

“Señal grande -la que el apóstol San Juan vio en el cielo: una Mujer vertida de sol- que la sagrada liturgia, no sin razón, interpreta como refiriéndose a la beatísima Virgen María, Madre de todos los hombres por la gracia de Cristo Redentor”[2]. Podemos decir que María aparece en Fátima como la Luz de la mañana que anuncia al Sol verdadero que es Cristo Jesús.

Las apariciones de Fátima es el mensaje de Dios por medio de María dirigido a la humanidad entera, como Ella iluminó las tinieblas del Viernes y Sábado Santo, así ahora viene a nosotros como la Estrella que indica al hombre de hoy, esclavo de su nada, -pero como nunca- sediento de Verdad y de Amor, el camino que conduce a Dios, el único y solo verdadero bien.

El 13 de mayo de 1917, los niños estaban en la Cova de Iría, para alimentar a las ovejas cuando, sobre una pequeña encina, aparece una Señora más resplandeciente que el sol, que los alentó con estas palabras: “No tengan miedo, no les haré ningún mal”. Los invita a superar el miedo y el motivo es tan simple como profundo: la blanca Señora viene a revelar el Rostro de Dios, que es el rostro del amor gratuito, y frente a Su amor no hay lugar para ningún tipo de angustia. En Cristo, Dios se hizo solidario con cada situación humana, revelándonos que no estamos solos, porque tenemos un Padre que nunca puede olvidar a sus hijos. “No temas, yo estoy contigo” (Is 43, 5): es la palabra consoladora de un Dios que desde siempre se involucra en la historia de su pueblo. Nace así una buena noticia, accesible a cualquiera, propiamente en el lugar en el que la vida conoce la amargura del fracaso.
Durante la segunda aparición los niños preguntan: “¿qué quiere?”. La blanca Señora les pide que recen, haciéndolos conscientes de aquello que esperaba a la humanidad si continuaba alejándose de Dios.

¿Por qué la Virgen se aparece a niños? Estamos en Guerra, los adultos están al frente y los niños sirven sólo como fuerza de trabajo. La Virgen, apareciéndose a los niños, no quiere que se sometan a los proyectos de muerte que la sociedad les ofrece: los niños no son para servir en una sociedad en guerra. Portugal, en la época de las apariciones, está viviendo un crisis social y cultural muy fuerte porque es un momento de inestabilidad política, un momento de transición caracterizado por aquello que los estudiosos portugueses llaman “represión anticristiana”: en este clima irrumpen las apariciones de Fátima que con su mensaje encienden una luz de fe y de esperanza sobre los tristísimos eventos del siglo en curso, y no solo esto. Recordemos que el novecientos es uno de los siglos más dramáticos de la historia de la humanidad, ya que se mataron 187 millones de personas, según los cálculos de los estudiosos. Las estaciones más trágicas de este Vía Crucis evangélico ha sido el genocidio armenio, la represión mejicana, la persecución española, los estragos nazistas, el exterminio comunista, dos guerras mundiales y una bomba atómica.

En Italia, en el mismo período, 1917, nace la Milicia de la Inmaculada. La Asociación mariana representa la respuesta de Kolbe y de sus compañeros a la dramática situación social, política, económica y religiosa del momento en que viven. En el mundo están en curso tres plagas: guerra, masonería y comunismo. El padre Kolbe la propone, sobretodo, como un antídoto a la devastación moral realizada con estrategias solapadas de la Masonería italiana y europea. Frente a la propagación del mal, Maximiliano intuye que hay un remedio: María, la Inmaculada; a tal propósito funda un gran movimiento eclesial de espiritualidad mariana y misionera al cual da el nombre de “Milicia”, para indicar que hay un combate por el bien. Por esto el Padre Kolbe dirá: “No puede permitirse el lujo de descansar, antes bien, por medio del amor pretende conquistar los corazones para la Inmaculada…”[3], para conducirlos a Dios a través de María. Milicia de la Inmaculada porque la consagración a Ella, es la esencia”

La figura de San Maximiliano Kolbe, brilla en la gran oscuridad en la que vive la humanidad de aquél período.


Angela Esposito MIPK



[1] Ap 12, 1
[2] Pablo VI, Exhortación apostólica “Signum magnum” (13.05.67).
[3] EK 1237

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martes, 14 de febrero de 2017

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE FEBRERO 2017

La séptima obra de misericordia espiritual: Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

Padre Kolbe, hombre delante de Dios por amor a los hermanos




“Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos”: la lista de las obras de misericordia espirituales termina con la oración. La última “obra” es la de rezar por los otros, sean vivos o difuntos.

“La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo” (CIC 2564) y está en la base de todas las obras de misericordia. Esta oración es muy importante, porque ¿para qué sirven las otras obras de misericordia si no parten de la oración, de mi relación con Dios? De lo contrario es activismo, estamos nosotros en estas obras y no está Dios.

“Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos”: Esta es una concreta y noble forma de caridad, expresión de amor; a veces no podemos hacer otra cosa que confiar una persona, una situación a la misericordia de Dios. Rezar significa hacerse cargo de una persona, tener en el corazón a una persona, ponerla en las manos de Dios. No somos islas, vivimos inmersos en un profundo misterio de comunión, por lo que todo pertenece a todos: el más pequeño de nuestros actos hechos en la caridad es para todos, así como cada pecado afecta a todos.

Rezar es una acción que cuesta. Y la oración de la que venimos hablando es de intercesión, la oración por los otros. Etimológicamente “interceder” significa “hacer un paso entre” (inter-ceder), situarse entre dos partes para buscar de construir un puente, una comunicación entre ellos, “caminar en medio”, dispuestos a ayudar a cada una de las partes.

En la intercesión cargamos sobre nosotros el peso de las personas por las cuales rezamos. En el éxodo, la postura de Moisés que eleva sus brazos al cielo, asegurando la victoria del pueblo de Israel que está luchando contra Amalec, muestra ciertamente la dificultad de la oración por los otros, tanto que “Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado” (Ex 17, 12), pero pone en evidencia la dimensión espiritual de esta oración: un estar delante de Dios a favor de otro. 

Dios nos quiere atentos al prójimo, capaces del mismo cuidado que Él tiene por nosotros. Él está siempre dispuesto a dirigir a cada uno de nosotros la pregunta que ya hizo a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?” (Gn 4, 9). Dios se asume la suerte del ser humano y quiere que también nosotros nos hagamos cargo de nuestros hermanos, que nos sintamos responsables de ellos. Por eso la presencia de muchos intercesores es un medio para formar una comunidad que corresponda al plan de Dios y para promover el trabajo de reconciliación entre individuos, pueblos, culturas y religiones diferentes entre la persona y su Dios.

Este grande río de intercesión se sumerge en el océano de intercesión de Cristo sobre la cruz, con su estar entre el cielo y la tierra, con los brazos extendidos para llevar a Dios a todos los hombres. Sufriendo y muriendo por nosotros pecadores, Él llevó nuestra situación frente a Dios convirtiéndose en nuestro intercesor: “Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los culpables, siendo así que llevaba el pecado de muchos e intercedía en favor de los culpables. (Is 53,12). La oración de Jesús sobre la cruz: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34) sintetiza una vida entera gastada delante de Dios por los otros y muestra un Jesús convertido él mismo en intercesor con su vida y su muerte.

También la Escritura atestigua la oración de los vivos por los muertos[1] y de los muertos por los vivos[2]. La oración por los difuntos es sostenida y posible por la fe en la resurrección y se convierte en una tarea de la comunidad creyente que vive también de este modo su solidaridad con los hermanos difuntos. “La Iglesia ruega por los difuntos de manera particular durante la Santa Misa”[3].Un recuerdo simple, eficaz, cargado de significado, porque confía nuestros seres queridos a la misericordia de Dios. En la oración experimentamos la comunión con ellos, mientras pedimos que nos acompañen desde el cielo e intercedan por nosotros ante Dios; expresamos además, la convicción de que el amor es más fuerte que la muerte y no se pueden romper los lazos que nos unen a todos nosotros, vivos y difuntos, en un solo cuerpo.

Padre Kolbe intercesor

“Si yo fui capaz de resistir y quedar vivo, si conservé mi fe y no caí en la desesperación, se lo debo todo al Padre Maximiliano. Cuando estuve al borde de la desesperación y ya dispuesto a arrojarme contra el cerco electrificado, fue él quien me dio nuevo aliento y me dijo que yo saldría victorioso y me iría de ahí vivo. «Tan solo sigue confiando en la intercesión de la Madre de Dios», me insistía. De alguna manera infundió en mí una fuerte fe y viva esperanza, especialmente en la maternal protección de la Virgen”.[4]

“… todos los domingos durante el recuento, se leía una lista de alrededor de 20 números consecutivos. Luego se repetía la orden: «Mañana no se presenten para el trabajo. Permanezcan en su bloque. A las nueve su capataz los llevará a la cocina». Lo que eso significaba era que el lunes serían fusilados. Todos nosotros lo sabíamos bien, porque sucedía de la misma manera todas las semanas. Mientras que el resto del campo de concentración estaba en el trabajo, los hombres cuyos números habían sido llamados recibían la orden de desvestirse. Luego eran llevados al paredón de ejecución al lado del bloque 11, y fusilados con un tiro en la nuca... Estos números seguían un orden… Llegó un día en que, según los cálculos, me quedaba solo una semana de vida. El domingo siguiente sería el último para mí. Quise confesarme… Solo entonces supe que se trataba de Maximiliano Kolbe. Era feliz de escuchar mi confesión. Esto, por supuesto, iba estrictamente contra las normas, de modo que lo hicimos paseando afuera, como si estuviéramos simplemente hablando… Me alentó también, y me dijo que iba a rezar por mí … Llegó el domingo y no llamaron ningún número… Puedo solo repetir que todo eso fue de verdad (como) un milagro”[5].

“Yo rezaré”: ¡esta es la fuerza de padre Maximiliano! La oración es el fundamento de su capacidad de intercesión. 

La oración fue la pasión de toda su vida, hasta el último respiro en el bunker de la muerte, en la celda del amor, donde ofrece el brazo al Dr. Bock que le está inyectando el ácido fenico. Lo mira y por él reza la última Ave María. Reza por su verdugo, quiere salvarlo también a él. 

El padre Kolbe, desde el cielo, no cesó de interceder, al contrario, como amaba decir: “En el cielo trabajaremos todavía más, con las dos manos”.

“Me parece de ver, dice padre Luis Faccenda[6], al padre Kolbe de querer hacerse cargo del cuidado de todo el Instituto. Lo veo llevar nuestras intenciones, pedidos a Dios por medio de María. Lo veo interceder por nosotros, con la fuerza que nace de su amistad con Dios. Casi un nuevo Moisés, siento que puede decirle a Dios: “Escucha las oración de mis hijos, si no, bórrame por favor del Libro que tú has escrito”.[7]

El padre Maximiliano Kolbe, como Moisés, fue y es amigo de Dios, se ofreció como víctima por la salvación de los hermanos: esto hace de él un perfecto intercesor. Por eso, a él, podemos dirigirnos con plena confianza confiándole nuestras intenciones. Junto a María, que en Caná intercede para obtener de Jesús el primer milagro, al padre Maximiliano sigue hoy haciéndose encontrar en los lugares donde hay necesidad, para que el “vino”, o sea el amor, esté siempre presente en las mesas de todo el mundo.

Angela Esposito MIPK



[1] Cfr. 2Mac 12,41-45 
[2] Cfr. 2Mac 15,11-16
[3] Catequesis Papa Francisco, 30 noviembre 2016. 
https://w2.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2016/documents/papa-francesco_20161130_udienza-generale.html 
[4] Patricia Treece, Un santo para los demás 
[5] Ib 
[6] Padre Luigi M. Faccenda, fondatore dell’Istituto delle Missionarie dell’Immacolata Padre Kolbe. 
[7] Cfr. Ex 32,32

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