jueves, 13 de agosto de 2015

LA CELDA DEL AMOR SIEMPRE ABIERTA - 14 DE AGOSTO 2015

 Padre Kolbe, hombre “hecho oración.”

 “Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.” (Hech 1,14)
La primera característica de la oración “junto a María” es una oración perseverante. El autor, para expresar esta característica de la comunidad, usa un término griego (proskarterountes) que es muy significativo para describir la oración: es constante, asidua, sin descansos. Es una oración continua. Persistir en la oración significa pedir y no rendirse nunca, no descansar y no dar descanso a Dios. San Maximiliano afirma esta expresión diciendo: “la oración obliga a Dios”1. Perseverancia significa, además, aferrarse cotidianamente a la palabra, volver a empezar desde ella, para hacer nuevo cada día. Significa saber quedarse en la oración a fin de que se transforme en contemplación. Dice Jesús, “solo quien persevera en la oración, se salvará”2. Quien sabe rezar así, aprende la ley de gratuidad, de la alabanza, del tiempo “perdido” y ofrecido a Dios.
La segunda característica de la oración con María es “concorde”, es decir es hecha con un solo corazón con una sola alma. María se hace así la perfecta orante dentro de la asamblea eclesial.
Oración perseverante y concorde: dos características siempre presentes en la vida del padre Kolbe. A menudo sus hermanos le preguntaban: “¿cómo y cuándo rezar?”. Él respondía con pocas palabras pero muy claras: “se necesita rezar siempre y bien”.
San Maximiliano nos ha dejado una rica herencia escrita sobre la oración. Releemos uno de sus tantos escritos:
“La oración es un medio desconocido y sin embargo el más eficaz para restablecer la paz en las almas, para proporcionales la felicidad. La oración hace renacer el mundo… recemos bien, recemos mucho, tanto con los labios como con el pensamiento… y nuestros pecados se desvanecerán y nuestros defectos se debilitarán y nos acercaremos cada vez más a Dios con suavidad y fuerza. En la medida que ardamos cada vez más de amor divino podremos inflamar de amor semejante a los demás”.3
Profundamente convencido de la necesidad de mantener una profunda armonía entre la acción y la contemplación, entre la vida de oración y la acción, afirma: “la actividad externa es buena, pero obviamente, es de secundaria importancia y más aún si la confrontamos con la vida interior, con la vida de recogimiento, de oración, con la vida de nuestro amor personal hacia Dios”.4 2
La oración aparece así como un dinamismo interior de la acción apostólica. En este sentido san Maximiliano alcanza una unidad de vida tal que se puede decir que él, como lo que se decía de san Francisco, que no era un hombre que rezaba, sino un hombre hecho oración.
El francisco del siglo XX, el hombre hecho oración, exhorta a sus hermanos a cultivar la unión con Dios:
“En un sector vi una hojita en la que estaba escrito que no es suficiente hacer las cosas, era necesario hacerlas rápidamente. Trabajar con rapidez es una cosa buena, pero dentro de algunos límites; fácilmente, se puede perder el espíritu de oración. Cuando se hace un trabajo comprometedor es necesario detenerse a menudo para rezar alguna jaculatoria o hacer oraciones cortas. Sin el espíritu de oración el alma puede convencerse de hacer mucho, se transforma como una lancha que navega velozmente pero está destina a estrellarse”5.

Por lo tanto, es necesario rezar siempre y bien, independientemente del lugar y del tiempo, de las condiciones externas e internas. La oración es la fuente más importante y eficaz de cualquier acción. Sabiendo bien que dentro de un aparente éxito se puede esconder una gran esterilidad, el padre Maximiliano nos invita a pensar en los que nos dice Jesús:
“… Yo soy la vid, ustedes los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él, da muchos frutos porque separados de mí nada pueden hacer”6. El salvador no nos dice que sin él no podemos hacer muchas cosas, sino que no podemos hacer nada, absolutamente nada. La fecundidad del trabajo por lo tanto, no depende de la capacidad, del dinero, si bien esto también es necesario, pero solamente y únicamente en comunión con Dios.”
Inmerso en Dios, ofrece su vida por un desconocido. En el bunker de la muerte la última oración es para el doctor Bock, el médico nazista que le aplicó la inyección de ácido fénico, Maximiliano reza la última Ave María, tendiéndole el brazo y mirándolo a los ojos.
La última oración del padre Kolbe no es para los amigos, no es para un pariente, es para quien lo elimina del escenario de la vida. Lo quiere salvar.

Ángela Esposito
Harmęże – Polonia

1 EK 634.
2 Mt. 24, 13.
3 EK 903

4Ibid. 
5 CMK

www.kolbemission.org

MENSAJE DE GIOVANNA VENTURI - DIRECTORA GENERAL DE LAS MIPK EN OCASIÓN DE LA FIESTA DE SAN MAXIMILIANO KOLBE