jueves, 13 de octubre de 2016

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE OCTUBRE DE 2016


La tercera obra de misericordia espiritual: corregir al que se equivoca


Padre Kolbe guía y sostén de quién está perdido



Jesús nos dice muy claro como tenemos que vivir esta obra de misericordia espiritual: “Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado… Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad…” (Mt 18, 15-17)


La corrección fraterna de la que habla Jesús no tiene que ser un juicio, sino un servicio de verdad y de amor hacia el hermano. Jesús con coraje y libertad denuncia la hipocresía religiosa, la violencia y los abusos de los poderosos, la pereza del corazón de los discípulos. Sus palabras, mientras corrigen y reprenden, salvan. Es muy expresiva la imagen de Jesús que tiende la mano a Pedro para salvarlo cuando se está hundiendo en el agua y, contemporáneamente, lo reprende por su poca fe: “Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” (Mt 14,31). La reprensión, según el Evangelio, tiene que ser siempre un acto que una misericordia y verdad, de amor por el hermano y obediencia al Evangelio, autoridad y dulzura. “Yo soy el guardián de mi hermano”, soy responsable de la santidad del hermano y considero su pecado como si fuese el mío.


“Que la Palabra de Cristo resida en ustedes con toda su riqueza. Instrúyanse en la verdadera sabiduría, corrigiéndose los unos a los otros. Canten a Dios con gratitud y de todo corazón salmos, himnos y cantos inspirados”. (Col 3, 16).

El verdadero sujeto de una corrección fraterna, ejercitada con humanidad y conformidad al Evangelio, es el mismo Señor: Él es como un “padre que corrige” (Sb 11, 10) y Él “corrige a los que ama” (Heb 12, 6; Ap 3, 19). ¿Pero en qué cosiste la corrección fraterna?


El verbo “amonestar” deriva del latín ad-monere: la amonestación es un hacer recordar lo que se ha olvidado. Nos olvidamos de la Palabra de Dios y de su voluntad, que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. No es necesario amonestar a cada momento y por todo, ni empujados por la pasión o por el resentimiento, ni por la presencia de los otros, sino cuando sea oportuno, con mucho respeto y delicadeza, y sobre cuestiones verdaderamente importantes. 


Pero no tiene que faltar una condición esencial: para amonestar, para corregir al que se equivoca, es necesario amarlo, según el ejemplo de Jesús que decía: “Jesús, que había oído, respondió: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mt 9, 12-13).


El apóstol Santiago recomienda la corrección fraterna como ayuda al prójimo, a quién está ligada una promesa: “cubrirá una multitud de pecados”. Esto significa que no solo quién está perdido, es pecador y necesitado de perdón, sino también quién corrige: nos corregimos entre pecadores.


A pesar de la importancia de la corrección fraterna en la vida espiritual y eclesial, no es muy practicada, porque exige un trabajo constante sobre si mismo, de parte de quién la ejercita, de reconocimiento ante todo de las propias faltas, antes que la de los otros. Solo quién aprendió a discernir el mal que habita en sí, podrá hacerse cargo del mal del hermano, para curarlo como un médico experto, en base a la propia experiencia de enfermo que ha sido curado, de pecador que fue perdonado. 


“Un día, a Scete, un monje pecó. Sus co-hermanos mandaron a llamar al abad Moisés (…). Este viene cargando sobre sus espaldas una cesta con agujeros. ¿Qué es eso? le preguntaron. El anciano les respondió: “Son mis pecados que corren atrás mío sin que yo los vea y hoy vine aquí para juzgar los pecados de los otros”. A estas palabras no dijeron nada al hermano y lo perdonaron”. (De los dichos de los padres del desierto)


Cristo se hace “pecador” para acercar a los pecadores a Dios y Santa Teresita se ofrece a su amor. “Acepto de nutrirme por el tiempo que quieras del pan del dolor y no me alzaré de esta mesa llena de amargura en la cual comemos los pobres pecadores, antes del día que tu haz señalado”. (Ms C 277). Teresa quiere sentarse a la mesa con los pecadores para que tengan la luz de la fe. 


Fiel al Evangelio, el padre Kolbe piensa a la M.I. como una respuesta a la llamada del Señor: “El fin de la MI es: empeñarse en la obra de la conversión de los pecadores, de los herejes, de los cismáticos, de los judíos,… pero sobre todo de los masones, y en la obra de santificación de todos bajo el patrocinio y por mediación de la Inmaculada” (EK 1220).

“Luchar contra el mal en el espíritu de la M.I., de la Inmaculada con amor a todos, incluidos los peores. Poner de relieve y alabar el bien, para que el ejemplo atraiga, en lugar de propagar el mal. Por lo tanto, cuando se presenta la ocasión de llamar la atención de la sociedad o de las autoridades sobre algún mal, hacerlo con amor hacia los responsables de ese mal y con delicadeza. No exagerar, no entrar en los detalles de mal más de lo necesario para ponerle remedio” (EK 1281). “Tengamos mucha compresión de las debilidades de los demás hermanos. Satanás, y ningún otro, quisiera suscitar confusión para sacar algo, pero con el auxilio de la Inmaculada nosotros podemos vencerlo siempre” (EK 948).


La corrección es también una responsabilidad profética de denunciar los males y las estructuras de pecado que infectan la sociedad; el padre Kolbe a la ley del silencio, a la omisión, a la complicidad opone la denuncia hecha con audacia y parresia evangélica. Un ejemplo es la carta dirigida (y publicada en el Caballero) a los diputados del partido democrático-cristiano polaco: “Por esta vez invito muy vivamente a esos honorables señores a declararse abiertamente protestantes, judíos, mahometanos o budistas, o si quieren, declararse cristianos, a serlo de verdad y a no importunar a sus lectores con un cristianismo ficticio. Pero si esta petición no da resultado, estén seguros, señores míos, que consideraré mi sacrosanto deber informar a sus electores, durante las próximas elecciones, para que no se equivoquen otra vez” (EK 1077).


“Amigos y pecadores, enfermos y desanimados también nosotros, cada día nos encontramos sentados como Leví en la mesa de recaudación de los impuestos, ligados a la complicidad de nuestro pecado, como pegados al peso de nuestras ambigüedades. Es Jesús que pasa y llama, revelando la propia identidad, no pide nada, sino que se dona y nos transforma: es el médico que transforma las heridas humanas” (A. M. Caponi, oc 22-23). 

Son nuestras propias heridas y con verdad decimos juntos:

"Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero, Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero." (Sor Faustina, D 475)


Angela Esposito MIPK


www.kolbemission.org


AGREGACIÓN DE TRES NUEVAS VOLUNTARIAS DE LA INMACULADA P. KOLBE EN MONTERO