jueves, 12 de noviembre de 2015
CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE NOVIEMBRE 2015
Padre Kolbe y la Familia
Hace poco que concluyó el Sínodo Ordinario[1] sobre el tema: “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”, vemos la pareja humana en el pensamiento de Dios, en su designio de amor para afrontar mejor los desafíos que tiene la familia en nuestro tiempo.
Volvemos a escuchar la palabra siempre nueva y siempre
verdadera de Dios sobre la pareja humana y, por lo tanto sobre la familia. Una
de las frases que se repiten en el texto de Gn 1 dice: “Y Dios vio que
esto era bueno.”[2] Cuando Dios crea al hombre y a
la mujer, dice: “y vio que era muy bueno”. La pareja humana “salida” de las
manos de Dios es muy buena, y muy linda.
A los fariseos que le preguntan a Jesús si es lícito a un
hombre divorciarse de su mujer, recuerda que “desde el principio de la
creación, Dios los hizo varón y mujer… y los dos no serán sino una sola carne…”.
Esta total donación del uno al otro es según la voluntad de Dios. “Que el
hombre no separe lo que Dios ha unido», (Mc 10, 2-9). No contaminar el
sueño de Dios es un imperativo.
Los discípulos del Señor son
llamados a ser testigos de comunión, no de división. Lo que es esencial es
aprender que el amor es posible y que puede durar todo el camino de una vida.
Para que esto sea realidad, para que la familia, también aunque camina por
senderos ásperos de la vida, sea capaz de ternura, de donación al otro, nos
ponemos en escucha de un hombre que ha donado su vida en el campo de
concentración de Auschwitz por un padre de familia para que Francisco pudiese
volver junto a su mujer y sus hijos. Estamos hablando de Maximiliano Kolbe, “el
protector de las familia”. El hombre capaz de un amor más grande. Solo con este
tipo de amor la familia puede ser unida y capaz de no perderse en caminos que no
llevan a ningún lado.
La ternura que acompañó al padre Kolbe en su familia
de origen, en la familia de Niepokalanów, explota en un campo de concentración.
Explota justo ahí, donde el amor de Dios nunca ha estado tan escondido como el
humo de Auschwitz. Siempre brindándose a los demás, también en este lugar el
padre Maximiliano habla a la familia con el testimonio de su vida.
- Muere por uno,
testimoniando que cada miembro es importante; por cada uno, sano o
enfermo, inteligente o poco dotado, vale la pena donarse. Dar la vida.
- Muere por un desconocido valorando a la familia y sobre todo a la madre
que lleva en su seno a un hijo que hasta ahora no conoce su rostro, que
cada hijo es un don único e irrepetible.
- Muere para salvar a otros nueve condenados en el bunker del hambre. Estos hombres están lejos de
la comprensión de la paternidad de Dios. Con la presencia del padre Kolbe
descubren el rostro del Padre. Rostro de ternura y de misericordia. Y así,
personas cruelmente tratadas en el cuerpo y en el espíritu, pueden
reconciliarse con el Dios de la vida y Señor de la historia.
- Muere
para dar esperanza en el campo de concentración. Uno de los prisioneros sobreviviente, Jorge
Bielecki, escribirá años después: “En Oswiecin se sentía la degradación
del ser humano. La psique del hombre era turbada sin piedad. Se tenía la
impresión que todo el mundo se asfixiaba en un odio recíproco. Y de
repente algo insólito que sacude a todo el campo. No es verdad que la
humanidad está tirada y pisoteada en el barro. No es verdad que nuestros
opresores han vencido. No es verdad que nos hemos dejado vencer por la
desesperación. Aquella muerte significó la salvación de miles y en eso
reside la grandeza de esa muerte.
- Muere
capturando en la red de su locura de amor a los carceleros, que asisten la lenta agonía, y son obligados
a manifestar su admiración: He aquí un buen hombre. Una persona así no la
hemos visto nunca.
- Muere
para revelar el amor de la Madre. Y como una madre, padre Kolbe se inclina sobre la persona
herida, angustiada y destruida, caída en la trampa del campo. Cura sus
heridas con el bálsamo de la acogida, de la escucha, de la consolación.
Por este ser humano se saca el pan de la boca hasta dar su vida.
Gracias
al padre Kolbe, Auschwitz, por antonomasia lugar de odio, será recordado
también como lugar de la victoria ganada por el amor.
Si la familia quiere volver a ser ella misma, y volver
a tener vida, que como el samaritano Kolbe, se incline sobre cada uno de sus
miembros desilusionados y estresados por los muchos lugares que frecuenta fuera
de casa y le vende las heridas con el don de la escucha, de la acogida, de la
consolación. Con el don de la propia vida. Padre Maximiliano nos muestra con su
estilo de vida donada, que “sólo el amor crea”: un ideal capaz de hacer brotar
la flor del amor y de la donación gratuita también en el desierto de un campo
de concentración. También en los corazones áridos de nuestras existencias.
La fuerza del amor! Si esta fuerza circulara en
nuestras familias, en los ambientes en los cuales vivimos y trabajamos, sería
capaz de generar la paz, sería capaz de brillar en todo su esplendor la belleza
de la vida.
Angela
Esposito
MIPK
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