sábado, 13 de junio de 2015

LA CELDA DEL AMOR, SIEMPRE ABIERTA - 14 DE JUNIO 2015

Conclusión de la reflexión Padre Kolbe, 
Testimonio de alegría

Recojamos algunos fragmentos de la alegría del Padre Kolbe desde sus variadas expresiones y experiencias.

 “El fin de la Milicia de la Inmaculada es conquistar el mundo entero, todos y cada uno de los corazones para la Reina no solo del cielo sino también de la tierra; dar felicidad verdadera a aquellos pobres infelices que la buscan en los placeres efímeros de este mundo”[1].

El pensamiento del Padre Kolbe concluye inmediatamente en una estrategia apostólica, en involucrar a otros en su sueño de donar felicidad: “Es necesario inundar la tierra con un diluvio de prensa cristiana y mariana, en cada idioma, en cada lugar, para ahogar en los remolinos de la verdad cada manifestación de error  y  que ha encontrado en la prensa la más potente aleada, es necesario envolver el mundo de prensa con palabras de verdad para devolver al mundo el gozo de vivir”.

Al Perfecto  de Varsovia describe el estilo de la vida de la Ciudad de la Inmaculada: “Habitamos en barracas de madera, vivimos de limosna y nos privamos hasta de las comodidades más corrientes; somos nosotros mismos los que se afanan para publicar la revista, trabajando a veces más allá de nuestras fuerzas, en el espíritu de nuestra vocación, con tal de conquistar el mayor número posible de almas para la Inmaculada y así elevarlas y hacerlas felices de la manera más autentica”[2].

El padre Kolbe les habla a los miembros de la M.I. sobre las maravillas que Dios ha realizado en la Inmaculada y por esto es necesario alegrarse y dirigirse a Ella con confianza y con un amor siempre  más grande[3].

 “Alegrarse de las maravillas que Dios ha realizado en la Inmaculada y realiza continuamente en nosotros. Nosotros proclamamos que a través de la Inmaculada lo podemos todo: demostrémoslo, pues,  con la acción. Pongamos en Ella nuestra confianza, oremos y vayamos adelante en la vida con tranquilidad y serenidad”[4].

Esta disponibilidad a la donación total y a la misión incondicional de la caridad, el Padre Kolbe la expresará también en los últimos momentos de su vida. Fray Marcelo Pisarek nos trasmite las últimas palabras del santo en la vigilia de su primer arresto: “Dios puede todo y se dona al alma que se ha consagrado a Él.  Entre Dios y el alma se establece el flujo y reflujo del amor. ¡Qué indecible felicidad! Qué gracia grande es aquella que puede sellar con la vida el propio ideal”. Y en el bunker de la muerte padre Kolbe “soportaba todo con alegría, no pedía nada y no se lamentada nunca,  se quedaba en el fondo sentado, apoyado en la pared… Después los condenados comenzaron a morir… “Cuando abrí la puerta de hierro – es su carcelero que lo cuenta – no vivía más, pero se me presentaba como si estuviera vivo. Aun estaba apoyado en la pared. La cara era radiante de un modo insólito. Los ojos muy abiertos y fijos en un punto. Toda la figura estaba como en éxtasis. No me lo olvidaré jamás”[5].

En verdad se puede decir del padre Kolbe: ha vivido para  donar la alegría al mundo entero y a cada persona que ha encontrado en su camino. Escuchemos una voz entre tantas otras. Con estupor el príncipe Drucki-Lubecki cuenta : «Cada uno se sentía feliz por el solo hecho de estar con él, no importaba lo que estaba haciendo».

La fe es contagiosa y nuestra generación está fascinada de testimonios, de hombres y mujeres con corazón ardiente y el corazón del Padre Kolbe quema de amor por Dios, por la Inmaculada y por el mundo entero. Para el Padre Kolbe la alegría es algo contagioso, que tiene en sí una energía de expansión: por esto la alegría para el cristiano es un compromiso apostólico y misionero en relación con los otros.

Y ojalá que el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo[6].

Con un salto en el tiempo, llegamos a nuestros días y leemos en la carta Alégrense:
“En un mundo de desconfianza, desaliento, depresión… estamos llamados a trasmitir confianza en una felicidad verdadera, que se apoye en Dios”[7].

“Todos los redimidos por la Sangre de Jesús, sin ninguna excepción, son nuestros hermanos. A todos, el apóstol, les desea la verdadera felicidad, que se les inflame el corazón de amor a Dios, un amor sin límites. La felicidad de toda la humanidad en Dios por medio de la Inmaculada: he aquí su sueño”[8].                                                                                                   
En este mundo donde hay tanta tristeza y tanta alegría superficial, apurémonos a llevar a todo el mundo la Buena Noticia, para llevar a todos la alegría incontenible de la presencia del Señor Jesús. Un Dios enamorado de nosotros. Esto nos hace llorar de alegría. Hagámonos personas de alegría, de la sonrisa y del buen humor para ser apóstoles de un nuevo ministerio, el ministerio del buen humor y del optimismo cristiano.


Angela Esposito
Harmęże - Polonia




[1] EK 97.
[2] EK 180.
[3] Cf. CMK 56.
[4] EK 935.
[5] Bruno Borgowiec.
[6] Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 80.
[7] Alegraos, Carta a los consagrados, n° 8.
[8] EK 1088

www.kolbemission.org