Día 17: San José
Queremos escuchar hoy lo que el Señor nos quiere
decir. Por eso estamos alegres, Dios se acerca a cada uno de nosotros y nos
habla al oído. Preparemos nuestros corazones para que sea su voz la que
escuchemos, descubriendo su voluntad para nosotros. Comencemos esta celebración
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Se canta...
Presentación del personaje del día:
Nos
acercaremos en este momento a la figura de José. Seguramente un joven entre
unos veinte y veinticinco años, con las ilusiones de casarse con María. Ellos
ya estaban comprometidos, así que solamente faltaba esperar un tiempo y llevar
adelante los planes como cualquier pareja de su época. Pero las dudas invaden
el corazón de José, quien pone sus preocupaciones en las manos del Señor. Dios
no se hace esperar, y acude a José; la necesidad es mutua: José desea
respuestas sobre lo sucedido y Dios necesita la respuesta de José para poner al
Hijo bajo sus cuidados. (Mientras
se coloca la figura en el pesebre se puede cantar)
Este
fue el principio de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José;
pero antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu
Santo. Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno, quiso
actuar discretamente para no difamarla.
Mientras
lo estaba pensando, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
«José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a
tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que
pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él
salvará a su pueblo de sus pecados».
Todo
esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del
profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre
Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros. Cuando José se despertó, hizo lo
que el Ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. Y sin que hubieran tenido relaciones, dio a luz un
hijo, al que puso por nombre Jesús.
Palabra del Señor.
Meditación:
Hemos escuchado que José era un hombre prudente y
justo, por lo que no actuó según su primer impulso sino que prefirió meditar y
despedir a María de una manera discreta. Él no desespera y Dios se le
manifiesta encargándole cuidar de su hijo. José no tarda en hacer la voluntad
del Señor y al despertarse hace cuánto le ha sido ordenado.
En cuanto a mi vida: ¿Actúo con prudencia o me dejo
llevar por mi primer impulso, sin pensar y cometiendo actos que en la reflexión
posterior me doy cuenta de que fueron injustos? ¿Medito los acontecimientos de
mi vida en oración o es una cosa separada de la otra? ¿Cuándo descubro lo que
debo hacer, me pongo manos a la obra o espero largamente hasta que no tengo más
remedio?
Oración final
Tu
amor, Padre, ha sido conocido por San José, hombre justo y padre fiel; él ha
sido de quien Tú quisiste que Jesús aprendiera el amor paterno, experiencia que
luego relacionó contigo hasta decirte ¡Abba! (¡Papá!).
Ayúdanos a ser comprensivos con los demás,
buscando en nuestras relaciones siempre tu justicia, y danos la capacidad de
responderte diligentemente, así como José lo ha hecho. Que en el rostro de los
niños sin padre encontremos tu rostro y asumamos esa tarea de ser padres en el
Espíritu Santo. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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